Yo sé que muchos hubieran querido que en el Super Tazón se enfrentasen los hermanos Harbaugh (Ravens de Baltimore y 49ers de San Francisco), pero el duelo entre los Gigantes y los Patriotas tiene tantos y tan buenos ingredientes que lo hacen, de veras, el mejor final que la NFL puede ofrecer en su temporada 2011-2012.
Primero, antepone a dos ciudades separadas por apenas 305 kilómetros, Boston y Nueva York, cuya rivalidad no solo se limita al Yankees - Red Sox en beisbol, sino que se extiende a casi todos los deportes profesionales que se juegan en Norteamérica.
En beis todos conocen que hace casi un siglo, Babe Ruth fue cambiado de Boston a Nueva York contra su voluntad y al mudarse a la Gran Manzana maldijo a su ex equipo diciendo que no volverían a ganar una Serie Mundial. Y así pasó. Los patirojos no ganaron ni por equivocación en el siglo 20.
En 1986, a un strike de obtener finalmente el campeonato en el sexto juego de la Serie Mundial, les batean una rola, muy, pero muy sencilla que se le pasa entre las piernas a Bill Buckner, el primera base de los Red Sox. Perderían el juego y en el séptimo de la serie, el título. ¿El rival? Los Mets de Nueva York.
Ya en el siglo 21, en el 2003, Boston y Nueva York se fueron a un séptimo y dramático juego, los Red Sox estuvieron a un strike de ganar el título de la Americana… y no pudieron. Luego en la 11a entrada Aaron Boone de los Yankees los despachó a su casa con un jonron. Damn! ¿Quién dijo que la afición de los Tigres era la más sufrida?
Y llegó el 2004. Abajo 3 juegos a 0, Boston ganó dos dramáticos juegos en casa, gracias a David Ortiz, regresó la serie a Nueva York donde la empataron a tres con un ensangrentado Curt Schilling (no podía caminar) que picha una joyita de juego á la Gladiador, y finalmente se llevan el séptimo de la serie en una voltereta que jamás había ocurrido en la historia de las Grandes Ligas. Días más tarde Boston se alzaba con la Serie Mundial al barrer a los Cardenales de San Luis. La maldición de Ruth había terminado.
Sospechosos Comunes
Los Patriotas de Nueva Inglaterra están enclavados en la División Este de la Conferencia Americana. Así juegan dos veces por año contra su eterno rival, los Jets de Nueva York.
"Los odio, no me gusta ese equipo", dijo el año pasado Tom Brady, el mariscal de campo de Nueva Inglaterra.
Aún así, la relación de ambas ciudades en la NFL es terrible y posee historias de traición dignas de una telenovela.
Está el caso de Bill Parcells, coach de los Gigantes de Nueva York y de su brillante coordinador defensivo Bill Belichick quienes en 1986 y 1990 llevaron al equipo al título. Allí se separaron: Belichick se fue a Cleveland como entrenador en jefe y Parcells… a ¡Boston! para entrenar a los Patriotas de Nueva Inglaterra. Traición 1.
Tras fracasar en Cleveland, Parcells "rescató" a Belichick y lo trajo como coordinador defensivo de los Patriotas llegando a un Super Tazón que perdieron contra el Green Bay de Brett Favre.
Y al año siguiente, la Traición 2: Parcells y Belichick se van de Nueva Inglaterra… ¡a Nueva York!, para entrenar a los Jets. El rival de división de los Patriotas.
La pareja trabajó allí un par de años, llevando a los Jets a un Campeonato de Conferencia que perderían en Denver después de ir ganando 10 a 0 al medio tiempo.
La idea era que tras retirarse Parcells, Belichick se convertiría en el head coach de los Jets. Y así sucedió. En 1999 el gran Bill Parcells se hizo a un lado y su delfín se hizo cargo del equipo… por un día.
Renunció y ¿qué creen? regresó a ¡Boston! para convertirse en el entrenador en jefe de Nueva Inglaterra. Triple, Cuádruple y Quintuple traición.
Tiempos modernos
En su segundo año al frente de los Patriotas, Belichick y un muy joven Tom Brady ganaron su primer Super Tazón a los Carneros de San Luis y empezaron una mini dinastía que los llevó a ganar tres títulos en cuatro años.
El cielo era el límite.
Tras algunos tropiezos, en el 2007 los Patriotas de Nueva Inglaterra conformaron un equipazo, ganaron sus primeros 15 juegos del año y se pusieron a una victoria de tener la primer temporada perfecta desde 1972, cuando los Delfines de Miami dirigidos por Don Shula habían quedado 14-0 y ganado el Super Tazón a Washington.
Brady y Bellichick podían hacerlo, solo tenían que ganarle a los Gigantes en Nueva York.
Fue un juegazo. Los neoyorquinos ganaban 28 a 16 tarde en el tercer cuarto, pero una furiosa reacción de los Patriotas los puso 38 a 28. Hacia el final, Eli Manning hizo el marcador más decoroso: 38-35. Vaya final de temporada. Los Pats lo habían conseguido, 16-0.
Y desde luego llegaron al Super Tazón, estaban a un paso de la perfección, solo tenían que ganarle... otra vez a los Gigantes.
Nueva York jugó tremendo, su defensiva había controlado a la ofensiva que había impuesto toda clase de récords ese año: más puntos, más yardas, más pases de anotación, en fin, la lista es larga.
Pero Eli Manning, el hermano menor de Peyton (Potros de Indianapolis), el superestrella archirival de Brady, había mantenido a su equipo en el juego y a un minuto de que acabara el partido solo perdían por 14 a 10. Y ocurrió lo improbable: en tercera y cinco por avanzar, Manning a punto de ser detenido lanza un pase desesperado que David Tyree atrapa con sus manos y su ¡nuca!
Más tarde, Manning conectó con Plaxico Burress y la sorpresa se consumó: los Gigantes ganaron el Super Tazón 17 a 14. Adiós temporada perfecta. Una vez más, Nueva York sobre Boston.
Y como colofón a este dominio, el año pasado Nueva Inglaterra tuvo otro temporadón de miedo, eran los favoritos para ganar todo. En su primer juego de playoffs recibían a los odiados Jets de Nueva York a quienes habían arrasado un mes antes 45 a 3. ¿El resultado final? 28-21 Jets, en casa de los Pats. Gran temporada. Viejo enemigo. Triste resultado. Again.
¿Y ahora?
Este año los Gigantes visitaron a los Patriotas y le propinaron la única derrota que Nueva Inglaterra tuvo como local en todo el año, por 24 puntos a 20. Fue además, una paliza física para Tom Brady.
Después Nueva York se desinfló y la defensiva de los Patriotas siguió en los últimos lugares de toda la liga, nadie en su sano juicio se aventuraba a considerarlos como serios contendientes.
Y pasó el milagro. Los Patriotas, que no habían ganado en el año a un equipo con marca ganadora, se despacharon a Tim Tebow y sus Broncos y a los poderosos Ravens de Baltimore gracias a la intervención divina: un pase que soltó Lee Evans en la zona de anotación que los hubiera mandado a casa y luego un gol de campo fallado de Billy Cundiff, ¡de 32 yardas! que hubiera mandado el juego a tiempo extra donde probablemente hubieran perdido contra los Ravens.
Los Gigantes por su parte estaban a punto de la muerte y su coach Tom Coughlin al borde del despido. Habían perdido 23 a 10 en su casa con Washington, el horizonte era tormentoso y venía el clásico de Nueva York contra los Jets. Si perdían, estaban fuera.
Y aquí también ocurrió un milagro: le ganaron a los Jets y el último juego de la temporada a los Vaqueros de Dallas. Se habían colado a los playoffs de milagro. Allí dejaron en 2 puntos a los Halcones de Atlanta, y derrotaron de visita a Green Bay y San Francisco. Nomás.
Está también el ingrediente de la huelga que había amenazado el que la actual temporada se llevase a cabo. Robert Kraft, el dueño de los Patriotas fue uno de los conciliadores más activos entre dueños y jugadores, asistiendo a las juntas a pesar de la repentina muerte de su esposa Myra.
Su profesionalismo y este trágico hecho hicieron que hubiera temporada el 2011. Si los Gigantes son el equipo del destino; los Patriotas tienen intervención divina.
Mil gracias a Boston y Nueva York por su hermosa rtivalidad en todos los órdenes. Nos tienen viendo tele a todos
¿Quién ganará?
Nosotros
La Cancha de Régulo
sábado, 4 de febrero de 2012
lunes, 16 de enero de 2012
¿IR O NO IR?
Con cráneo en la mano pregunto: “¿Ir o no ir?”; con un ojo en el gato y otro en el garabato pido a los cielos estar en dos partes al mismo tiempo; ¿quiero sopa o tacos?, ¿dormir o chelear?
Estos fueron algunos asuntos que traté de resolver el sábado, 14 de enero y que por supuesto minaron mi energía, acabaron con la gasolina de mi tanque.
Este precioso día nos presentó una disyuntiva para los Tigres que nos gusta el futbol americano. ¿Ir o no ir al estadio? He ahí el dilema.
Y es que el tiempo de las 17:30 a las 19:00 horas, o se usaba para atravesar la ciudad y llegar al Estadio Universitario para saludar al Campeón de México o…, se utilizaba para ver la segunda mitad de lo que resultó ser uno de los mejores juegos de playoffs en la historia de la NFL, el Santos – 49ers.
Ya había resuelto ir al estadio, así que sólo vería la primera mitad. ¿Estaba realmente cambiando los Divisionales de la NFL, el deporte más hermoso del Mundo por el futbol?
Sí. Damn! Me sentí Judas; un traidor.
Así las cosas, el partido empezó como muchos lo pensamos, con los Santos avanzando y los 49ers tratando de parar lo que no se podía parar, sin albur.
Hasta que dentro de la zona roja de San Francisco, Brees lanza a Pierre Thomas quien camino a anotar recibe un santo “golpanazo” (diría Benny Ricardo) y fumblea. Bola de San Francisco y un aviso: “Hoy no va a ser tan fácil”.
Los siguientes minutos el mundo de los Santos se empezó a derrumbar y en los primeros minutos del segundo cuarto perdían 17 a 0.
“Ya se los cargó el payaso”, pensé, mientras me ponía mi nueva lima de los Tigres, uno de mis más preciados regalos.
Obvio decir que le iba a los Santos y que tras la desventaja, lo que quería era salir corriendo de mi casa para ver a mis Tigres. Esos, sí que ganarían. Pero por disciplina me quedé a ver el resto de la primera mitad. Y…¡oh, Dios!
Los Santos regresaron, en gran forma. En un parpadeo estaban 17 a 14 y con la bola para empatar o irse arriba. De hacerlo, todos los errores, intercepciones y babosadas hechas en la primera mitad habrían quedado en el olvido.
No fue así, San Francisco mantuvo la compostura en los minutos finales y al mediotiempo se fueron. Sip, los chicos de Jim Harbaugh estaban dando la sorpresa.
¿Ir o no ir? He ahí el dilema. Pues que cierro los ojos, respiro profundo y que me salgo a la calle a esperar mi taxi. Luego, en el metro, de pie, en la Estación Padre Mier, me llega un mensajito: que los cuates con los que voy no irían y se quedarían mejor a ver el juego de los Santos. Damn! ¿Qué sabían ellos que yo no?, me preguntaba. “Pues ellos están viendo en la tele a Drew Brees y tu estás como sardina en vagón del metro regiomontano, entre General Anaya y Regina. Y estos no son amigos, son estaciones.
Algo me olía mal con mi decisión. La llegada al estadio sin novedad, saludando a los amigos del sector donde nos sentamos, todos con un semblante de alivio, de misión cumplida, de ver cómo es la vida después de un título. Teníamos casi tres décadas de no tener ese feeling y al menos por 20 años solo sentíamos franca desesperación.
Ni que el rival fuera el semifinalista Querétaro, ni que no contáramos con Lucas Lobos por lesión minaban nuestro optimismo: ganaríamos a huevo.
La inauguración muy bonita, con luces azules amarillas, el “Tiguereé, que yo te quiero ver, caaaampeón, oootra vez”, la presentación del plantel, el saludo de los campeones…, y yo volteando atrás para ver si en los palcos alguien se dignaba a poner el juego de los Santos. Me sentía un doble, triple y cuádruple traidor. Un monstruo.
Y resolví dedicarme a lo mío: los Tigres. “Y buueeeeno…”, diría un argentino, los chicos hacían lo que podían, los Gallos bien plantados, sin estrellas; le anulan un gol al Tigre y más tarde cae un gol que debió ser anulado, 1 a 0 para los felinos y…tan tán.
Ahora, los de los palcos sí habían puesto la tele y allí: la masacre a Tebow. El buen hombre cayó en las manos de uno de los personajes más listos y siniestros de la NFL: Bill Bellichick, coach de los Patriotas y en la primera mitad ya habían resuelto el encuentro. ¿Tom Brady? Odiosamente bueno, en camino a su cuarto Súper Tazón.
¿Y el juego de los Santos? Me llegó un mensajito con el marcador final: 36-32, San Francisco.
¿Queeeé? Y que me salgo cinco minutos antes de que acabara el partido en el Universitario, me voy corriendo a la estación del metro, de allí hasta Zaragoza, donde salgo corriendo a detener un taxi.
“¿A dónde?”, pregunta.
“Allá”, contesto como si fuera Buzz Light Year.
“¿A dónde allá?”, vuelve a preguntar el profesional del volante o la “manejadera”.
Después de traducirme el taxista me lleva a la casa, prendo el NFL Network y… que empiezan los highlights del Santos-49ers.
Lo dejé 17-14 San Francisco, quienes en el tercer cuarto se fueron arriba con un gol de campo más.
Estaba de pie frente a la tele. Y no lo podía creer. Quedaban cuatro minutos, ¡cuatro minutos!, para terminar el partido y San Francisco ganaba 23-17, cuando Darren Sproles de los Santos se escapa en jugada de 44 yardas a pase de Drew Brees, 24-23 Nueva Orleáns.
“No mames”, dije.
¡Y dos minutos después los 49ers se vuelven a ir arriba con una corrida de 28 yardas de Alex Smith! Fallan la conversión de dos puntos, pero se van arriba 29 a 24, a dos minutos de que acabe el partido.
“¡Noooooooo puede ser!”, grité.
Nueva Orleáns vuelve a anotar, muy rápido, con un pase de 66 yardas de Brees a Jimmy Graham, que tras un trancazo en el primer tiempo (ese sí lo ví) había quedado tocado, como si se creyera Batman. 32-29 Santos con poco más de minuto y medio por jugar.
“Do babes”, me senté.
Y al final, a nueve segundos de terminar el partido Alex Smith, á la Joe Montana, á la Steve Young, vaya, hasta á la Jeff García, conecta con Vernon Davis desde 14 yardas y San Francisco gana el partido 36-32.
Apagué la tele como si lo hubiera visto en vivo. Mudo. Un minuto en silencio y a prender teles, compus y focos.
El panel del NFL Network vuelto loco; todos en la red vueltos locos: habían visto uno de los mejores juegos de la historia de la liga, al menos en este siglo 21.
Y yo fui a ver a los Tigres ganarle 1 a 0 a los Gallos Blancos del Querétaro. Los he de querer mucho.
Pienso…
…los Texanos debieron de haberle ganado a los Ravens.
…y de haberlo hecho le hubieran dado más problemas a los Patriotas, de los que hará Baltimore.
…que a Mike McCarthy, coach de Green Bay le pasó lo mismo que le ha venido sucediendo a Víctor Manuel Vucetich, entrenador de Rayados desde hace tiempo: se creen muy inteligentes.
…que Eli Manning es un excelente quarterback que tiene un defecto: vive en Nueva York, donde todos piensan que son más inteligentes que él.
…que sigo en la idea de un rematch entre los Patriotas y Gigantes, más que un Harbaugh Bowl (que no estaría mal)
…que Rafael Nadal habló con su abundante trasero criticando a Roger Federer por no involucrarse más en la asociación de jugadores; más tarde aclaró su punto, pidió disculpas y el Gran Suizo lo perdonó. Podrían jugar la semifinal del Abierto de Australia.
Estos fueron algunos asuntos que traté de resolver el sábado, 14 de enero y que por supuesto minaron mi energía, acabaron con la gasolina de mi tanque.
Este precioso día nos presentó una disyuntiva para los Tigres que nos gusta el futbol americano. ¿Ir o no ir al estadio? He ahí el dilema.
Y es que el tiempo de las 17:30 a las 19:00 horas, o se usaba para atravesar la ciudad y llegar al Estadio Universitario para saludar al Campeón de México o…, se utilizaba para ver la segunda mitad de lo que resultó ser uno de los mejores juegos de playoffs en la historia de la NFL, el Santos – 49ers.
Ya había resuelto ir al estadio, así que sólo vería la primera mitad. ¿Estaba realmente cambiando los Divisionales de la NFL, el deporte más hermoso del Mundo por el futbol?
Sí. Damn! Me sentí Judas; un traidor.
Así las cosas, el partido empezó como muchos lo pensamos, con los Santos avanzando y los 49ers tratando de parar lo que no se podía parar, sin albur.
Hasta que dentro de la zona roja de San Francisco, Brees lanza a Pierre Thomas quien camino a anotar recibe un santo “golpanazo” (diría Benny Ricardo) y fumblea. Bola de San Francisco y un aviso: “Hoy no va a ser tan fácil”.
Los siguientes minutos el mundo de los Santos se empezó a derrumbar y en los primeros minutos del segundo cuarto perdían 17 a 0.
“Ya se los cargó el payaso”, pensé, mientras me ponía mi nueva lima de los Tigres, uno de mis más preciados regalos.
Obvio decir que le iba a los Santos y que tras la desventaja, lo que quería era salir corriendo de mi casa para ver a mis Tigres. Esos, sí que ganarían. Pero por disciplina me quedé a ver el resto de la primera mitad. Y…¡oh, Dios!
Los Santos regresaron, en gran forma. En un parpadeo estaban 17 a 14 y con la bola para empatar o irse arriba. De hacerlo, todos los errores, intercepciones y babosadas hechas en la primera mitad habrían quedado en el olvido.
No fue así, San Francisco mantuvo la compostura en los minutos finales y al mediotiempo se fueron. Sip, los chicos de Jim Harbaugh estaban dando la sorpresa.
¿Ir o no ir? He ahí el dilema. Pues que cierro los ojos, respiro profundo y que me salgo a la calle a esperar mi taxi. Luego, en el metro, de pie, en la Estación Padre Mier, me llega un mensajito: que los cuates con los que voy no irían y se quedarían mejor a ver el juego de los Santos. Damn! ¿Qué sabían ellos que yo no?, me preguntaba. “Pues ellos están viendo en la tele a Drew Brees y tu estás como sardina en vagón del metro regiomontano, entre General Anaya y Regina. Y estos no son amigos, son estaciones.
Algo me olía mal con mi decisión. La llegada al estadio sin novedad, saludando a los amigos del sector donde nos sentamos, todos con un semblante de alivio, de misión cumplida, de ver cómo es la vida después de un título. Teníamos casi tres décadas de no tener ese feeling y al menos por 20 años solo sentíamos franca desesperación.
Ni que el rival fuera el semifinalista Querétaro, ni que no contáramos con Lucas Lobos por lesión minaban nuestro optimismo: ganaríamos a huevo.
La inauguración muy bonita, con luces azules amarillas, el “Tiguereé, que yo te quiero ver, caaaampeón, oootra vez”, la presentación del plantel, el saludo de los campeones…, y yo volteando atrás para ver si en los palcos alguien se dignaba a poner el juego de los Santos. Me sentía un doble, triple y cuádruple traidor. Un monstruo.
Y resolví dedicarme a lo mío: los Tigres. “Y buueeeeno…”, diría un argentino, los chicos hacían lo que podían, los Gallos bien plantados, sin estrellas; le anulan un gol al Tigre y más tarde cae un gol que debió ser anulado, 1 a 0 para los felinos y…tan tán.
Ahora, los de los palcos sí habían puesto la tele y allí: la masacre a Tebow. El buen hombre cayó en las manos de uno de los personajes más listos y siniestros de la NFL: Bill Bellichick, coach de los Patriotas y en la primera mitad ya habían resuelto el encuentro. ¿Tom Brady? Odiosamente bueno, en camino a su cuarto Súper Tazón.
¿Y el juego de los Santos? Me llegó un mensajito con el marcador final: 36-32, San Francisco.
¿Queeeé? Y que me salgo cinco minutos antes de que acabara el partido en el Universitario, me voy corriendo a la estación del metro, de allí hasta Zaragoza, donde salgo corriendo a detener un taxi.
“¿A dónde?”, pregunta.
“Allá”, contesto como si fuera Buzz Light Year.
“¿A dónde allá?”, vuelve a preguntar el profesional del volante o la “manejadera”.
Después de traducirme el taxista me lleva a la casa, prendo el NFL Network y… que empiezan los highlights del Santos-49ers.
Lo dejé 17-14 San Francisco, quienes en el tercer cuarto se fueron arriba con un gol de campo más.
Estaba de pie frente a la tele. Y no lo podía creer. Quedaban cuatro minutos, ¡cuatro minutos!, para terminar el partido y San Francisco ganaba 23-17, cuando Darren Sproles de los Santos se escapa en jugada de 44 yardas a pase de Drew Brees, 24-23 Nueva Orleáns.
“No mames”, dije.
¡Y dos minutos después los 49ers se vuelven a ir arriba con una corrida de 28 yardas de Alex Smith! Fallan la conversión de dos puntos, pero se van arriba 29 a 24, a dos minutos de que acabe el partido.
“¡Noooooooo puede ser!”, grité.
Nueva Orleáns vuelve a anotar, muy rápido, con un pase de 66 yardas de Brees a Jimmy Graham, que tras un trancazo en el primer tiempo (ese sí lo ví) había quedado tocado, como si se creyera Batman. 32-29 Santos con poco más de minuto y medio por jugar.
“Do babes”, me senté.
Y al final, a nueve segundos de terminar el partido Alex Smith, á la Joe Montana, á la Steve Young, vaya, hasta á la Jeff García, conecta con Vernon Davis desde 14 yardas y San Francisco gana el partido 36-32.
Apagué la tele como si lo hubiera visto en vivo. Mudo. Un minuto en silencio y a prender teles, compus y focos.
El panel del NFL Network vuelto loco; todos en la red vueltos locos: habían visto uno de los mejores juegos de la historia de la liga, al menos en este siglo 21.
Y yo fui a ver a los Tigres ganarle 1 a 0 a los Gallos Blancos del Querétaro. Los he de querer mucho.
Pienso…
…los Texanos debieron de haberle ganado a los Ravens.
…y de haberlo hecho le hubieran dado más problemas a los Patriotas, de los que hará Baltimore.
…que a Mike McCarthy, coach de Green Bay le pasó lo mismo que le ha venido sucediendo a Víctor Manuel Vucetich, entrenador de Rayados desde hace tiempo: se creen muy inteligentes.
…que Eli Manning es un excelente quarterback que tiene un defecto: vive en Nueva York, donde todos piensan que son más inteligentes que él.
…que sigo en la idea de un rematch entre los Patriotas y Gigantes, más que un Harbaugh Bowl (que no estaría mal)
…que Rafael Nadal habló con su abundante trasero criticando a Roger Federer por no involucrarse más en la asociación de jugadores; más tarde aclaró su punto, pidió disculpas y el Gran Suizo lo perdonó. Podrían jugar la semifinal del Abierto de Australia.
lunes, 9 de enero de 2012
EL CIELO Y EL INFIERNO
No debería de ser así, pero en la NFL, la historia de Tim Tebow, el mariscal de campo de los Broncos de Denver ha opacado cualquier otra durante esta temporada.
No importa los temporadones de Green Bay, los Santos, los 49ers, o los eternos Patriotas; ni los récords de Brees, Brady, Rodgers, Stafford, Gronkowski o Victor Cruz. It’s Tebow time.
Hace meses me tocó estar en los Estados Unidos y comiendo en el sports bar de un mol (o mall, whatever) me tocó fletarme mi hamburguesa angus y mis dos tarros de cerveza con un programa sobre él: lo estaban despedazando.
Al parecer el pecado de este joven es que es cristiano y no tiene miedo de ocultarlo. Anota y se hinca para agradecer al Señor; su equipo va perdiendo y se pone a rezar para pedirle al Señor; se lastima alguien en el campo, y reza para pedir al Señor por la pobre alma del lesionado. Y todo esto en televisión nacional.
Había más críticas: que era muy malo para lanzar el balón, pero excelente corriendo con él. Estas cualidades pudieron haber sido muy útiles en Colegial, (ganó el Trofeo Heisman al mejor jugador de esa categoría en el 2007, además de llevar a los Gators de Florida a un título nacional en el 2008), pero en la NFL sirven para dos cosas: para nada y para nada.
No importaba que fuera un buen hombre, ni tampoco un excelente competidor. La crítica era igual de salvaje, que los rabiosos argumentos de sus defensores que ven en él, más que a un guía espiritual, a un hombre casi santo.
En fin, me acabé mi hamburguesa y proseguí con mi vida. La temporada empezó y mis Raiders dieron cuenta de los Broncos en el partido inaugural en Denver. Tebow no jugó. Gracias a Dios.
El año siguió, mis Raiders parecía iban bien y en la tele, Deion Sanders y Michael Irvin, del NFL Network, empezaron a comentar sobre el muchacho que todo Denver quería fuera su mariscal de campo.
Mitad en mofa, mitad en serio resaltaron que tras su entrada al campo, los Broncos que perdían por 16 puntos contra los Cargadores de San Diego, casi regresan y le dan la vuelta al partido. Un milagro que el hombre de una fe profunda no pudo conseguir.
No obstante fue nombrado titular para la siguiente jornada. Y empezó la era Tebow en Denver: contra los Delfines jugó espantoso por tres cuartos, es más, ridículo, pero el hombre se mantuvo, creyó, y tras ir perdiendo 15 a 0 en el cuarto periodo remontó a su equipo para ganar en forma milagosa, 18 a 15 en tiempos extra.
La siguiente semana nos hizo trizas a los Raiders y a mi; después completó dos pases, ¡dos pases!, y aún así fue suficiente para ganarle a los Jefes de Kansas City (sí, los que le quitaron el invicto a Green Bay); más tarde le ganaron a Chicago con todo y Urlacher y así llegaron a casi clasificar a los playoffs a dos semanas de que acabara la temporada.
Naturalmente perdieron los últimos dos juegos, contra Buffalo y en casa contra Kansas City, pero los resultados del resto (¡Ay, Oakland!), se combinaron para que con foja de 8-8, los Broncos pasaran a la postemporada como campeones de la División Oeste. Tebow y su milagrosa suerte.
Esto dio más material para que los críticos del mariscal de campo se regodearan ante lo que se suponía sería una masacre de su persona. Ni Dios podría evitar que la defensiva de Pittsburgh, su rival en la ronda comodín, la número uno de la liga pudiera obtener su cabeza como trofeo. Si Tom Brady no pudo con ellos, ¿cómo esperar que Tebow, que ni es un quarterback decente, les haga algo?
En el primer cuarto, todo parecía seguir el script que todos nos trazamos para ese juego: una santa madriza. Pero Pittsburgh no anotaba de seis y en dos ofensivas sólo había conseguido par de goles de campo. Tebow y sus Broncos habían conseguido solo 8 yardas totales en ese periodo.
Y luego el milagro: Tebow no sólo empezó a pasar y correr, empezó a quemar a la orgullosa defensiva de Dick LeBeau, que en todo el año habían recibido en promedio por partido algo más que 18 puntos. Los Broncos le hicieron 20 en un cuarto. Y pasando, y corriendo con su religioso mariscal de campo.
Los Acereros no son poca cosa y regresaron en un ambiente hostil para empatar y casi ganar el partido, pero ahora más que nunca comprobé que los rezos del mariscal de campo surtían efecto y mandaron el encuentro a tiempo extra, empatados a 23.
Según una nueva regla para esta instancia en los playoffs (a menos de 10 grados Celsius, faltó decir), el equipo que anote primero un touchdown gana; pero si un equipo mete primero un gol de campo, el otro tendrá una última oportunidad para empatar o ganar; de meter el gol de campo del empate, el que meta otro gol de campo gana el partido.
Pura confusión.
Denver ganó el volado, recibió la pelota y en la primera jugada del tiempo suplementario Tebow lanzó un pase a Demaryius Thomas quien alcanzó la zona de anotación en jugada de 80 yardas para el triunfo y evitar así estudiar lo escrito arriba.
Adiós Acereros. Bienvenido Señor Tebow, que los Patriotas de Nueva Inglaterra lo esperan con ansia.
Pero también bienvenida su fe. Es la única explicación que me doy porque los Broncos hayan llegado tan lejos este año. Él ha no sólo ha demostrado que Dios existe, sino que a veces, se preocupa por quien le pide algo con verdadera devoción.
Jamás pensé que lo diría pero ahí va: “Pinche Tebow, es un jefazo”. Damn!
El infierno
Mientras esto sucede arriba, aquí en Monterrey las malas noticias no dejan de sorprendernos. Ahora fue el “Gato” Ortiz, ex portero de los Rayados quien cumplía una sanción de dos años por dopaje.
Se le ligó a una banda de secuestradores y en fin, sin que aún concluyan las investigaciones parece que el ex jugador se involucró en esos asuntos desde hace un año.
Oí por allí que tras ganar mucho dinero como profesional del futbol, Ortiz se había metido en un ritmo de vida que veía seriamente amenazado con una pausa de dos años por su inhabilitación. De allí su inclusión en la maña.
Si así es el caso, valga su ejemplo para no caer en la histeria del ritmo de gastos y caer en lo mismo. Si en este 2012 va a pasar algo, ojalá sea que la gente se dé cuenta de lo inútil del estatus y los autos nuevos. Eso sí sería el fin del Mundo para muchos.
Y se me viene a la mente que…
…los Tigres se vieron muy bien contra el Cruz Azul y el próximo sábado, les deberemos de dar en el estadio una bienvenida de campeón.
…que los Gigantes de Nueva York tienen oportunidad de ganarle a Green Bay y después a San Francisco o Nueva Orléans y llegarán al Super Tazón.
…que lo perderán ante los Patriotas de Nueva Inglaterra, con todo y que tienen una defensiva prácticamente inexistente.
…que se viene el Abierto de Australia de tenis y los favoritos serán el Djoker, Murray, Federer, Tsonga y Nadal. En ese orden.
…que este año no va a ser tan frío como el anterior.
…va a tardar un buen para que le entienda al complejo Constitución – Gonzalitos - Morones.
…que las elecciones federales de este año serán las más desangeladas en mucho tiempo.
…que firmo lo que dijo Julián LeBarón, el menonita activista social sobre los aspirantes a cargos populares en las elecciones de este 2012: “Me gustaría…, como objetivo de una campaña de solidaridad, trabajen un mes por el sueldo mínimo, para que vean de primera mano el crimen y desastre nacional que resulta poner la economía en manos de los legisladores”.
Amen.
No importa los temporadones de Green Bay, los Santos, los 49ers, o los eternos Patriotas; ni los récords de Brees, Brady, Rodgers, Stafford, Gronkowski o Victor Cruz. It’s Tebow time.
Hace meses me tocó estar en los Estados Unidos y comiendo en el sports bar de un mol (o mall, whatever) me tocó fletarme mi hamburguesa angus y mis dos tarros de cerveza con un programa sobre él: lo estaban despedazando.
Al parecer el pecado de este joven es que es cristiano y no tiene miedo de ocultarlo. Anota y se hinca para agradecer al Señor; su equipo va perdiendo y se pone a rezar para pedirle al Señor; se lastima alguien en el campo, y reza para pedir al Señor por la pobre alma del lesionado. Y todo esto en televisión nacional.
Había más críticas: que era muy malo para lanzar el balón, pero excelente corriendo con él. Estas cualidades pudieron haber sido muy útiles en Colegial, (ganó el Trofeo Heisman al mejor jugador de esa categoría en el 2007, además de llevar a los Gators de Florida a un título nacional en el 2008), pero en la NFL sirven para dos cosas: para nada y para nada.
No importaba que fuera un buen hombre, ni tampoco un excelente competidor. La crítica era igual de salvaje, que los rabiosos argumentos de sus defensores que ven en él, más que a un guía espiritual, a un hombre casi santo.
En fin, me acabé mi hamburguesa y proseguí con mi vida. La temporada empezó y mis Raiders dieron cuenta de los Broncos en el partido inaugural en Denver. Tebow no jugó. Gracias a Dios.
El año siguió, mis Raiders parecía iban bien y en la tele, Deion Sanders y Michael Irvin, del NFL Network, empezaron a comentar sobre el muchacho que todo Denver quería fuera su mariscal de campo.
Mitad en mofa, mitad en serio resaltaron que tras su entrada al campo, los Broncos que perdían por 16 puntos contra los Cargadores de San Diego, casi regresan y le dan la vuelta al partido. Un milagro que el hombre de una fe profunda no pudo conseguir.
No obstante fue nombrado titular para la siguiente jornada. Y empezó la era Tebow en Denver: contra los Delfines jugó espantoso por tres cuartos, es más, ridículo, pero el hombre se mantuvo, creyó, y tras ir perdiendo 15 a 0 en el cuarto periodo remontó a su equipo para ganar en forma milagosa, 18 a 15 en tiempos extra.
La siguiente semana nos hizo trizas a los Raiders y a mi; después completó dos pases, ¡dos pases!, y aún así fue suficiente para ganarle a los Jefes de Kansas City (sí, los que le quitaron el invicto a Green Bay); más tarde le ganaron a Chicago con todo y Urlacher y así llegaron a casi clasificar a los playoffs a dos semanas de que acabara la temporada.
Naturalmente perdieron los últimos dos juegos, contra Buffalo y en casa contra Kansas City, pero los resultados del resto (¡Ay, Oakland!), se combinaron para que con foja de 8-8, los Broncos pasaran a la postemporada como campeones de la División Oeste. Tebow y su milagrosa suerte.
Esto dio más material para que los críticos del mariscal de campo se regodearan ante lo que se suponía sería una masacre de su persona. Ni Dios podría evitar que la defensiva de Pittsburgh, su rival en la ronda comodín, la número uno de la liga pudiera obtener su cabeza como trofeo. Si Tom Brady no pudo con ellos, ¿cómo esperar que Tebow, que ni es un quarterback decente, les haga algo?
En el primer cuarto, todo parecía seguir el script que todos nos trazamos para ese juego: una santa madriza. Pero Pittsburgh no anotaba de seis y en dos ofensivas sólo había conseguido par de goles de campo. Tebow y sus Broncos habían conseguido solo 8 yardas totales en ese periodo.
Y luego el milagro: Tebow no sólo empezó a pasar y correr, empezó a quemar a la orgullosa defensiva de Dick LeBeau, que en todo el año habían recibido en promedio por partido algo más que 18 puntos. Los Broncos le hicieron 20 en un cuarto. Y pasando, y corriendo con su religioso mariscal de campo.
Los Acereros no son poca cosa y regresaron en un ambiente hostil para empatar y casi ganar el partido, pero ahora más que nunca comprobé que los rezos del mariscal de campo surtían efecto y mandaron el encuentro a tiempo extra, empatados a 23.
Según una nueva regla para esta instancia en los playoffs (a menos de 10 grados Celsius, faltó decir), el equipo que anote primero un touchdown gana; pero si un equipo mete primero un gol de campo, el otro tendrá una última oportunidad para empatar o ganar; de meter el gol de campo del empate, el que meta otro gol de campo gana el partido.
Pura confusión.
Denver ganó el volado, recibió la pelota y en la primera jugada del tiempo suplementario Tebow lanzó un pase a Demaryius Thomas quien alcanzó la zona de anotación en jugada de 80 yardas para el triunfo y evitar así estudiar lo escrito arriba.
Adiós Acereros. Bienvenido Señor Tebow, que los Patriotas de Nueva Inglaterra lo esperan con ansia.
Pero también bienvenida su fe. Es la única explicación que me doy porque los Broncos hayan llegado tan lejos este año. Él ha no sólo ha demostrado que Dios existe, sino que a veces, se preocupa por quien le pide algo con verdadera devoción.
Jamás pensé que lo diría pero ahí va: “Pinche Tebow, es un jefazo”. Damn!
El infierno
Mientras esto sucede arriba, aquí en Monterrey las malas noticias no dejan de sorprendernos. Ahora fue el “Gato” Ortiz, ex portero de los Rayados quien cumplía una sanción de dos años por dopaje.
Se le ligó a una banda de secuestradores y en fin, sin que aún concluyan las investigaciones parece que el ex jugador se involucró en esos asuntos desde hace un año.
Oí por allí que tras ganar mucho dinero como profesional del futbol, Ortiz se había metido en un ritmo de vida que veía seriamente amenazado con una pausa de dos años por su inhabilitación. De allí su inclusión en la maña.
Si así es el caso, valga su ejemplo para no caer en la histeria del ritmo de gastos y caer en lo mismo. Si en este 2012 va a pasar algo, ojalá sea que la gente se dé cuenta de lo inútil del estatus y los autos nuevos. Eso sí sería el fin del Mundo para muchos.
Y se me viene a la mente que…
…los Tigres se vieron muy bien contra el Cruz Azul y el próximo sábado, les deberemos de dar en el estadio una bienvenida de campeón.
…que los Gigantes de Nueva York tienen oportunidad de ganarle a Green Bay y después a San Francisco o Nueva Orléans y llegarán al Super Tazón.
…que lo perderán ante los Patriotas de Nueva Inglaterra, con todo y que tienen una defensiva prácticamente inexistente.
…que se viene el Abierto de Australia de tenis y los favoritos serán el Djoker, Murray, Federer, Tsonga y Nadal. En ese orden.
…que este año no va a ser tan frío como el anterior.
…va a tardar un buen para que le entienda al complejo Constitución – Gonzalitos - Morones.
…que las elecciones federales de este año serán las más desangeladas en mucho tiempo.
…que firmo lo que dijo Julián LeBarón, el menonita activista social sobre los aspirantes a cargos populares en las elecciones de este 2012: “Me gustaría…, como objetivo de una campaña de solidaridad, trabajen un mes por el sueldo mínimo, para que vean de primera mano el crimen y desastre nacional que resulta poner la economía en manos de los legisladores”.
Amen.
lunes, 5 de septiembre de 2011
Para volvernos locos
Como todos, mi ánimo no fue el mejor que digamos , estos días que pasaron aquí en Monterrey, las malas noticias se han venido en cascada.
La del 25 de agosto, era una apacible tarde de jueves, cuando de pronto ocurrió lo inaudito.
El reporte de un incendio en un casino, el ruido de ambulancias, de patrullas, huele a quemado, en fin, todos preocupados.
"¿Qué pasó?", "¿un incendio?", "¿dónde?", "¿Salieron todos del lugar?", se repetían las preguntas, las pupilas dilatadas y esa sensación en el estómago de que ese día no iba a ser uno normal.
No lo fue. Como cuando pasa una de esas noticias que cimbran al Mundo, sean las Torres Gemelas, o cuando mataron a Luis Donaldo Colosio: todos viendo la tele, oyendo la radio, leyendo en Internet lo que ocurrió.
"¿Cuántos muertos van?", "12", respondía el enterado; "no, van 15", replicaba el más enterado. Y así empezó la parafernalia de estos asuntos, el número total de muertos, la que parecía ser la causa precisa, el video de lo que pasó, las lágrimas de los deudos transmitidas "en vivo, desde el lugar de los hechos".
Los deportes quedaron debidamente dimensionados en un tercer o cuarto nivel. La masacre del Casino Royale así lo exigió. Ganaron los Rayados y los Tigres. ¿A quién le importa?; El "Tri" va invicto desde que el "Chepo" lo tomó ¿Y?
Receta para volvernos locos
Si se presentan en conjunto, las declaraciones de autoridades, analistas y cibernautas pueden provocar un colapso nervioso como el de la película The Doors, donde Val Kilmer haciéndola de Jim Morrison dice, a la vez que le sale una lágrima: "I think I'm having a nervous breakdown".
1. El mismo día del atentado, el jueves 25 de agosto el Gobernador Rodrigo Medina malabarea con que el atentado es un problema federal (por la autorización de los casinos) y municipal (por la supervisión de la seguridad). Estatal no es, pero ellos afrontarán el problema de frente. ¿Hay otra forma de hacerlo?
2. En un programa de radio de la ciudad, el Arquitecto Benavides contrapuntea a Fernando Larrazábal, Alcalde de Monterrey y a Juana María Treviño, Magistrada Presidenta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo quienes dan cátedra de cómo evadir su responsabilidad.
3. Más tarde en la web, voces que piden que dejemos de lamentarnos y nos pongamos a jalar, como el comercial de camionetas.
4. En "Tercer Grado", la inteligente Denise Maerker teoriza, desde un estudio de televisión con aire acondicionado en el Valle de México, si el hecho fue un acto terrorista o no, y busca definiciones de la palabra en diccionarios, enciclopedias, en dichos de estudiosos.
5. "Se nos pasó la mano"; "nuestros jefes nos regañaron", explicaban después los detenidos.
6. Esto puede provocar infartos: el caso del hermano de Larrazábal recibió una abundante cantidad de dinero en efectivo, en un casino, en una cajita de Nextel ya que, lo dijo él, ¡vendía quesos! Esto días después de que balearan el casino al que le vendió esta delicia de Oaxaca.
7. Su hermano se desmarcó, pero en días siguientes aparecieron más y más pruebas, que hacen imposible creer que el Alcalde de Monterrey no sabía lo que hacía su hermanito.
Sería increíble si no deja su cargo. Él y el Gober, quien parece debe de aguantar hasta cumplir tres años en el puesto, a fin de que luego de su renuncia, no se convoque a elecciones y vivamos interinatos por el resto del sexenio.
Sí, para volvernos locos.
Pero...
Gracias a Dios existe el US Open. El último Grand Slam del año y el único donde el quinto set puede ser ganado en "tie-break", no por dos juegos a diferencia de Australia, Roland Garros o Wimbledon.
Ya pasó la primera semana y la novedad es la gran cantidad de deserciones en el torneo, 18 hasta el domingo por la tarde.
Ví una. La del irlandés Conor Niland quien después de clasificarse como "wild card" encontró en la primera ronda a Novak Djokovic.
El muchacho le entró con ganas, tuvo con el serbio muy buenos rallies, tenía buen revés y derecha pero al terminar el primer set perdió 6 a 0. En el segundo, el "paddy" ganó un juego que el estadio celebró con rabia, pero el serbio se puso rápidamente 5 a 1 y fue suficiente, Niland le dijo a Nole que no podía más (era cierto), y se retiró con un aparente dolor estomacal que parecía más un pretexto para no sufrir una paliza descomunal.
Más valientes fueron Carlos Berlocq, quien perdió con el serbio 6-0, 6-0 y 6-2 y en tercera ronda el robotito Nikolay Davydenko quien corrió por todos lados, le respondió a Novak todo pero perdió en sets seguidos 6-3, 6-4 y 6-2.
Así es, el Djoker está intratable.
Por el lado de Federer, las cosas han sido más amables. Sus primeras dos rondas fueron literalmente entrenamientos contra Santiago Giraldo de Colombia, y Dudi Sela de Israel. En la tercera ronda, el Expreso Suizo se topó con el croata Marin Cilic quien le arrebató un set, pero terminó perdiendo. En cuarta ronda, Su Majestad se enfrentará a Juan Mónaco, un argentino que podría ocasionarle problemas... pero no tantos.
Roger debe dar secretamente gracias al draw, ya que este eliminará a Jo-Wilfried Tsonga o Mardy Fish que juegan entre sí. Estos dos, son los tenistas que mejor están jugando en este momento, solo atrás de Djokovic. De darse los resultados, uno de ellos jugará con Federer y el que gane... como premio enfrentará al Djoker. And that my friend, is not a joke.
No he visto mucho el otro lado del cuadro, sólo un par de encuentros de Rafael Nadal, el de primera ronda contra el kazajo Andrey Golubev a quien ganó en tres sets... por obra y gracia del espíritu santo: en dos de ellos, su rival tuvo ventaja de 5-2, en uno hasta cuatro set points y aún así, el de Manacor sacó el partido.
Luego, en tercera ronda, el Mallorquí le ganó a David Nalbandián, luego de que el argentino lo trajera como su juguete en el primer set. Break abajo, se recuperó, ganó en tie break y al final derrotó al siempre gitano "Rey David" que juega como nunca, casi nunca.
Más tarde en rueda de prensa, el español empezó a sudar profusamente, cerró los ojos y se tiró al piso: calambres. Su estado físico no es el ideal y la forma en que afronta los partidos lo están acabando.
Ya tiene mi respeto eterno, pero si gana en estas condiciones éste US Open, será una de las más grandes hazañas que se hayan escrito en este deporte.
Y en cualquier otro.
¿Y Murray?, Where's Andy? Allí, enfrentándose en cada partido a él mismo, su mal humor y sus puntos de vista sobre el Universo.
Escribo esto antes de que juegue su partido de tercera ronda contra el peligroso Feliciano López, pero en la segunda remontó al holandés Robin Haase una desventaja de dos sets a cero, para finalmente ganar, 6-7 (5), 2-6, 6-2, 6-0 y 6-4. Cuando está bien nadie la gana, a veces ni siquiera Djokovic, pero eso le sucede cada dos años y cuando participa en un torneo en QuiénSabeDónde.
Ojalá no pase este año y siga avanzando en el draw, porque de los Cuatro Grandes, es el único que se parece más a los malhumorados seres humanos.
Random notes
La siguiente semana será especial.
Reinicia el torneo local de fútbol soccer, me voy de vacaciones, concluye el US Open y....
... empieza el fútbol americano, el deporte más hermoso del Mundo.
El jueves por la noche se enfrentan los dos últimos campeones, los Santos de Nueva Orleans contra los Empacadores de Green Bay.
No tengo novia, y ya estuvo que el asunto tendrá que esperar hasta después del Super Tazón.
Y eso es hasta febrero.
Heaven can wait.
La del 25 de agosto, era una apacible tarde de jueves, cuando de pronto ocurrió lo inaudito.
El reporte de un incendio en un casino, el ruido de ambulancias, de patrullas, huele a quemado, en fin, todos preocupados.
"¿Qué pasó?", "¿un incendio?", "¿dónde?", "¿Salieron todos del lugar?", se repetían las preguntas, las pupilas dilatadas y esa sensación en el estómago de que ese día no iba a ser uno normal.
No lo fue. Como cuando pasa una de esas noticias que cimbran al Mundo, sean las Torres Gemelas, o cuando mataron a Luis Donaldo Colosio: todos viendo la tele, oyendo la radio, leyendo en Internet lo que ocurrió.
"¿Cuántos muertos van?", "12", respondía el enterado; "no, van 15", replicaba el más enterado. Y así empezó la parafernalia de estos asuntos, el número total de muertos, la que parecía ser la causa precisa, el video de lo que pasó, las lágrimas de los deudos transmitidas "en vivo, desde el lugar de los hechos".
Los deportes quedaron debidamente dimensionados en un tercer o cuarto nivel. La masacre del Casino Royale así lo exigió. Ganaron los Rayados y los Tigres. ¿A quién le importa?; El "Tri" va invicto desde que el "Chepo" lo tomó ¿Y?
Receta para volvernos locos
Si se presentan en conjunto, las declaraciones de autoridades, analistas y cibernautas pueden provocar un colapso nervioso como el de la película The Doors, donde Val Kilmer haciéndola de Jim Morrison dice, a la vez que le sale una lágrima: "I think I'm having a nervous breakdown".
1. El mismo día del atentado, el jueves 25 de agosto el Gobernador Rodrigo Medina malabarea con que el atentado es un problema federal (por la autorización de los casinos) y municipal (por la supervisión de la seguridad). Estatal no es, pero ellos afrontarán el problema de frente. ¿Hay otra forma de hacerlo?
2. En un programa de radio de la ciudad, el Arquitecto Benavides contrapuntea a Fernando Larrazábal, Alcalde de Monterrey y a Juana María Treviño, Magistrada Presidenta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo quienes dan cátedra de cómo evadir su responsabilidad.
3. Más tarde en la web, voces que piden que dejemos de lamentarnos y nos pongamos a jalar, como el comercial de camionetas.
4. En "Tercer Grado", la inteligente Denise Maerker teoriza, desde un estudio de televisión con aire acondicionado en el Valle de México, si el hecho fue un acto terrorista o no, y busca definiciones de la palabra en diccionarios, enciclopedias, en dichos de estudiosos.
5. "Se nos pasó la mano"; "nuestros jefes nos regañaron", explicaban después los detenidos.
6. Esto puede provocar infartos: el caso del hermano de Larrazábal recibió una abundante cantidad de dinero en efectivo, en un casino, en una cajita de Nextel ya que, lo dijo él, ¡vendía quesos! Esto días después de que balearan el casino al que le vendió esta delicia de Oaxaca.
7. Su hermano se desmarcó, pero en días siguientes aparecieron más y más pruebas, que hacen imposible creer que el Alcalde de Monterrey no sabía lo que hacía su hermanito.
Sería increíble si no deja su cargo. Él y el Gober, quien parece debe de aguantar hasta cumplir tres años en el puesto, a fin de que luego de su renuncia, no se convoque a elecciones y vivamos interinatos por el resto del sexenio.
Sí, para volvernos locos.
Pero...
Gracias a Dios existe el US Open. El último Grand Slam del año y el único donde el quinto set puede ser ganado en "tie-break", no por dos juegos a diferencia de Australia, Roland Garros o Wimbledon.
Ya pasó la primera semana y la novedad es la gran cantidad de deserciones en el torneo, 18 hasta el domingo por la tarde.
Ví una. La del irlandés Conor Niland quien después de clasificarse como "wild card" encontró en la primera ronda a Novak Djokovic.
El muchacho le entró con ganas, tuvo con el serbio muy buenos rallies, tenía buen revés y derecha pero al terminar el primer set perdió 6 a 0. En el segundo, el "paddy" ganó un juego que el estadio celebró con rabia, pero el serbio se puso rápidamente 5 a 1 y fue suficiente, Niland le dijo a Nole que no podía más (era cierto), y se retiró con un aparente dolor estomacal que parecía más un pretexto para no sufrir una paliza descomunal.
Más valientes fueron Carlos Berlocq, quien perdió con el serbio 6-0, 6-0 y 6-2 y en tercera ronda el robotito Nikolay Davydenko quien corrió por todos lados, le respondió a Novak todo pero perdió en sets seguidos 6-3, 6-4 y 6-2.
Así es, el Djoker está intratable.
Por el lado de Federer, las cosas han sido más amables. Sus primeras dos rondas fueron literalmente entrenamientos contra Santiago Giraldo de Colombia, y Dudi Sela de Israel. En la tercera ronda, el Expreso Suizo se topó con el croata Marin Cilic quien le arrebató un set, pero terminó perdiendo. En cuarta ronda, Su Majestad se enfrentará a Juan Mónaco, un argentino que podría ocasionarle problemas... pero no tantos.
Roger debe dar secretamente gracias al draw, ya que este eliminará a Jo-Wilfried Tsonga o Mardy Fish que juegan entre sí. Estos dos, son los tenistas que mejor están jugando en este momento, solo atrás de Djokovic. De darse los resultados, uno de ellos jugará con Federer y el que gane... como premio enfrentará al Djoker. And that my friend, is not a joke.
No he visto mucho el otro lado del cuadro, sólo un par de encuentros de Rafael Nadal, el de primera ronda contra el kazajo Andrey Golubev a quien ganó en tres sets... por obra y gracia del espíritu santo: en dos de ellos, su rival tuvo ventaja de 5-2, en uno hasta cuatro set points y aún así, el de Manacor sacó el partido.
Luego, en tercera ronda, el Mallorquí le ganó a David Nalbandián, luego de que el argentino lo trajera como su juguete en el primer set. Break abajo, se recuperó, ganó en tie break y al final derrotó al siempre gitano "Rey David" que juega como nunca, casi nunca.
Más tarde en rueda de prensa, el español empezó a sudar profusamente, cerró los ojos y se tiró al piso: calambres. Su estado físico no es el ideal y la forma en que afronta los partidos lo están acabando.
Ya tiene mi respeto eterno, pero si gana en estas condiciones éste US Open, será una de las más grandes hazañas que se hayan escrito en este deporte.
Y en cualquier otro.
¿Y Murray?, Where's Andy? Allí, enfrentándose en cada partido a él mismo, su mal humor y sus puntos de vista sobre el Universo.
Escribo esto antes de que juegue su partido de tercera ronda contra el peligroso Feliciano López, pero en la segunda remontó al holandés Robin Haase una desventaja de dos sets a cero, para finalmente ganar, 6-7 (5), 2-6, 6-2, 6-0 y 6-4. Cuando está bien nadie la gana, a veces ni siquiera Djokovic, pero eso le sucede cada dos años y cuando participa en un torneo en QuiénSabeDónde.
Ojalá no pase este año y siga avanzando en el draw, porque de los Cuatro Grandes, es el único que se parece más a los malhumorados seres humanos.
Random notes
La siguiente semana será especial.
Reinicia el torneo local de fútbol soccer, me voy de vacaciones, concluye el US Open y....
... empieza el fútbol americano, el deporte más hermoso del Mundo.
El jueves por la noche se enfrentan los dos últimos campeones, los Santos de Nueva Orleans contra los Empacadores de Green Bay.
No tengo novia, y ya estuvo que el asunto tendrá que esperar hasta después del Super Tazón.
Y eso es hasta febrero.
Heaven can wait.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Miscelánea producto de una mente saturada
¿No han sufrido alguna vez de cansancio mental?
Ése que produce ascos cuando se ven noticias en el periódico, la computadora o la televisión; ese agotamiento que convierte en buena idea, el estar viendo una pared... por el tiempo que sea necesario, en silencio, sin pensar absolutamente nada.
Así estaba yo este domingo por la noche. Ya había tenido suficiente de la semana: estuve enfermo por algo que comí; empecé a hacer ejercicio por primera vez desde abril... y en una clase de tenis acabaron con mi espíritu y mi dignidad; el sábado fue de cervezas estadiescas que sólo llevaron a una cruda de proporciones bíblicas; mucho trabajo y mucho deporte en la tele: mucho de todo.
El cuerpo se quebró: desde adentro, los changos que operan en mi testa pusieron la bandera roja y negra, "¿le van al Atlas?", pensé y expresaron el clásico: "¡Ya güeeeey!"
Pero parece que no fui el único.
1.
Novak Djokovic, el serbio de la imponente temporada finalmente cayó en una final. Ésta en el Masters de Cincinnati ante Andy Murray por 4-6, 0-3, antes de retirarse. Sólo su segunda derrota del año.
Pero en realidad no perdió contra el escocés. El brutal calendario de la ATP hace jugar a los mejores jugadores del circuito, cuatro Grand Slams y 10 torneos Masters en sitios tan distintos entre sí como Cincinnati, Montecarlo o Shanghai, sin mencionar que muchos de estos torneos están pegados entre sí y a veces con cambio de superficie.
Así, Nole, después de jugar el Abierto de Australia en enero (y que ganó), tuvo una pequeña pausa para luego iniciar una durísima montaña rusa que terminó en julio: se jugó el siempre atractivo ATP de Dubai (que ganó); luego a Estados Unidos para jugar durante un mes los Masters de Indian Wells (que ganó) y Miami (que ganó); luego se salta el de Montecarlo para jugar el Abierto de Belgrado, en arcilla, (y que ganó); luego más arcilla en Madrid (ganó), Roma (ganó), para ser detenido por primera vez en el año en semifinales en Roland Garros; una semanita para el reposo y a ganar Wimbledon.
Y llega la primer pausa del año, para regresar al calor que prevalece en América del Norte y ganar el Masters de Montréal.
Cuando llegó a la final de Cincinnati, una semana después de su título canadiense, estaba fundido.
El partido era al mediodía, y lo que Djokovic quería a estas alturas, era echarse una chela con su amigo Andy Murray que le estaba devolviendo todo.
Jugó un set y al tercer juego del segundo paró. Su hombro no funcionaba, su ánimo menos, hizo sumas y restas, y mejor se fue del partido.
Y con justa razón. "Ni que fuera un acto de circo", decía mi madre, y ¿saben qué?, es cierto. No hay ser humano que esté al 100 por ciento todos los días del año.
Este hombre ha estado gigante toda la temporada, pero hasta él tiene derecho de mandarnos a todos a volar.
Sobre todo al mediodía en un húmeda y calurosa jornada en Ohio.
2.
Ver batallar a los Tigres durante 90 minutos para establecer diferencias con un raquítico y diezmado San Luis puede ser agotador, no sólo para los jugadores, sino también para la sufrida Mejor Afición del País.
Así, que después de 86 minutos el pepino llegó, vía Israel Jiménez y los "Ti-gue-res" del Tuca, y de mi corazón, lograron al fin la ventaja luego de pasar aceite (y cerveza) durante todo el encuentro.
Después, a esperar el silbatazo final y listo. El segundo triunfo de la temporada, el primero en el Estadio Universitario.
Los jugadores salieron agotados y los aficionados más.
Estos desgraciados sí que nos hacen sufrir.
3.
Pero el juego de Tigres, lamentablemente, no fue lo más importante de la tarde del sábado.
Mientras en el "Volcán" llegaba el mediotiempo con "Konan Big" dirigiendo una suerte de "talent show" en la cancha, en la tribuna, los que estamos justo abajo de los palcos que cuentan con monitores, volteamos a verlos para seguir las incidencias en Torreón.
"¿Qué pasó?", preguntábamos. Era una balacera en el Santos - Morelia, no se sabía si adentro o afuera del estadio, pero rápidamente los aficionados habían sido evacuados, o puestos en resguardo, tirados en el suelo bajo las butacas, o en la cancha, mientras pasaban los famosos 5 minutos que duró el tiroteo.
Desgraciados. Es en esos momentos cuando uno ve lo insignificante de un partido de soccer, los tres puntos en la cancha, lo menso de la frase, "el futbol es lo más importante, de lo menos importante".
Ver correr a Vilar fuera del campo, a Ludueña salir entre las gradas con su esposa y su hija, lo mismo a Oswaldo Sánchez, hizo que mi ánimo se frunciera como nunca.
Y peor, vi a la gente del palco voltear mejor hacia la cancha para ver la variedad en el mediocampo con cacahuates en la mano, y a una linda jovencita, que sentada en la repisa del palco ponía cara de fuchi cuando todas las miradas de la gente, "del arrabal" habrá pensado, buscaban evitar su anatomía para ver lo que pasaba en Torreón. "Pinches pobres, yo sí tengo tele", habrá pensado la doncella.
Y luego, el ver cómo TV Azteca cambiaba abruptamente la transmisión por uno de sus programas de variedad terminó por fundir mi tonto corazón.
En este País, no tenemos remedio.
El daño no obstante se hizo, y pese al autoimpuesto "blackout" de la televisora, todos vieron lo que pasó gracias a la gente y a los medios que sí decidieron darle importancia a lo acontecido.
Y se enteró el Planeta entero. ¡Ánimo Torreón!
4.
A punto del colapso nervioso, la noche del domingo ofreció el primer juego de la serie final del béisbol mexicano. ¡Diablos - Tigres!, los dos equipos de más prosapia en el circuito nacional, claro, junto a los Sultanes.
Todavía pude ver con atención, como los dirigidos por Matías Carrillo (los Tigres) tundían a palos a Roberto "Metralleta" Rodríguez (pitcher de los Diablos) para tomar ventaja de 5 a 0 en el primer episodio.
Ahora en Cancún, los Tigres son el primer equipo al que le fui en cualquier deporte. En el DF, mi papá solía llevarnos al Parque del Seguro Social para ver este clásico y mi hermano y yo desde luego tomábamos partido, él le iba a los "Pingos" o "Escarlatas" y yo a los "felinos", el equipo de Beto Ávila.
"¿A quien le vas en beisbol?", me preguntaban, "¡A los Tigres!"; "¿y en futbol?", "¡A los Tigres!".
Ellos son los culpables de mi sufrido amor por los felinos pamboleros.
Así que ver ganar en beisbol a los Tigres, el primero de la serie final, 8 carreras a 2 fue un bálsamo.
Pero hacia el final de la velada, ya no podía más, mi cabeza, como la de Djokovic estaba a punto de hacer, "¡pum!".
Y la idea de contemplar la pared en blanco cobró fuerza en la mia testa.
domingo, 14 de agosto de 2011
ROGER, FOREVER ROGER
Los 30.
En el deporte, cuando se habla de esta edad, se vuelve un tema tabú.
"¿Qué pasará después de los 30?", "¿Llegaré algún día a tener tres décadas?", "¿Podré tener sexo?", "Dicen que cuando llegas a esa edad te crecen las orejas y se te caen las manos; pierdes la memoria y te haces pipí cuando caminas, cuando te ríes".
Los que pasan esta barrera son súper hombres.
En el tenis llegar a esa edad significa el comienzo del declive de todas las facultades que te acompañaron durante la carrera. O al menos eso es lo que cuentan los comentaristas de la TV. Ellos se refieren a las físicas, pero en mi casa con chicharrón de cerdo en mi mano, pienso que al resto de los mortales se nos acaban muchas más gracias. Damn!
Y la mala noticia se cierne sobre los fanáticos de Roger Federer, "Su Majestad", "La Barbie" (este apodo porque nunca parece sudar y ni pierde la compostura aún después de jugar cinco sets), "El Expreso Suizo" acaba de cumplir 30 años. Otro Damn!
El pasado jueves jugó en la tecera ronda del Masters de Montréal contra Jo Wilfried Tsonga.
Tal vez ustedes hayan escuchado demasiado del suizo, y muy poco sobre el francés que, pese a sus altibajos en el ranking es durísimo, tiene uno de los mejores servicios del circuito y tiene una derecha que lo hacen uno de los tenistas más incómodos a enfrentar en toda la ATP.
¡Ah! y tiene 26 años.
Federer tiene... ¡apenas 30! y ya es un venerable veterano cuyo declive ha sido esperado, vaticinado, pronosticado y deseado por legiones de fanáticos de Rafael Nadal, Novak Djokovic, Andy Murray o Juan Martín del Potro que esperan su inminente caída en el ranking y el posterior retiro.
Como con U2, parecería que la gente ya tuvo suficiente de Roger.
Así que convertí el drama de este juego en uno personal: tal vez los que me conocen, mis amigos y mis enemigos, ya tuvieron suficiente de mi. Estoy ruco y buscan...., no sé que buscan, ya que no puedo retirarme, ni jubilarme de algo. Shite, diría un galés.
Así las cosas, combatiendo secretamente a la arrogante juventud adoradora del Justin Bieber, a través de un partido de tenis, ¿qué culpa tienen ellos? Me dispuse a ver a "Su Majestad", contra "El Joven"; al artista contra la fuerza bruta; a la inteligencia contra la potencia física.
En su último partido este año, en Wimbledon, el francés se repuso de dos sets y acabó venciendo a Federer en cinco parciales en Cuartos de Final. Fue la primera vez que Roger perdía un partido después de ganar los primeros dos sets.
Y en el 2009 también en Montréal, Tsonga remontó al suizo un 5 a 1 en el último set para ganar el partido.
Ambas derrotas dolorosas. Ambos tragos amarguísimos para la legión de "Federeristas", a la que pertenezco y en la que orgullosamente he envejecido.
El primer set fue durísimo. Roger tuvo set point, pero la derecha y el servicio de Tsonga fueron demasiado llevándose el parcial en tie break, 7-6 (3) y el ingreso de más nubes a mi atribulada testa, que les confirió a estos protagonistas, sin ellos saberlo, el carácter de gladiadores en una personalísima justa que resolvería si tenía razón (y futuro) o no.
El segundo set, un bálsamo. Su Majestad le rompe el servicio al francés y sostiene su saque para ganar el set 6-4. ¿Viejo Federer?, ¿Viejo yo? ¡Viejos los cerros! ¡Vamos por cerveza!
De vuelta, tras perderme unos minutos, el marcador, el destino, el set, el partido, el sol y todo lo que pueda enlistarse me hicieron una jugarreta: Tsonga iba adelante..., ¡5 a 0! ¡Noooo!, ¿Pero cómo puede ser posible? ¡Si yo hace minutos los dejé empatados!
El suizo rompió la blanqueada, pero Tsonga con fuerza, juventud y más raquetazos sostuvo su servicio y ganó el partido. 7-6 (3), 4-6, 6-1. La juventud sobre la experiencia. Federer perdió y en mi mente yo perdí mi particular duelo.
Todo se ofuscó y la cerveza se guardó.
No había nada que celebrar.
Pero...
En sesuda deliberación "Con-mi-mismo", trataba de hacerme a la idea de que todo lo bueno se acaba; que yo mismo solía hacer muchas cosas bien que ya no podía (como correr a toda velocidad, jugar fútbol, americano, tenis, nintendo, canicas, vencidas, contar cuentos, ser simpático, sacar buenas calificaciones y hacer "tirabolitas", entre otras muchas habilidades) y así empecé a enterrar a Roger como jugador elite.
Pero navegando por la web buscando consuelo encontré esta pieza de Peter Bodo (http://blogs.tennis.com/tennisworld/2011/08/the-deuce-club-812.html)
y todo tuvo sentido.
No se trata de ganar siempre, se trata de disfrutar lo que haces y si por consecuencia viene el triunfo o el reconocimiento, qué bueno, si no, todavía haces lo que más te gusta.
Vaya "deep thought" para un tenista que ha ganado más de 60 millones de dólares en su carrera y más Grand Slams de tenis que cualquier ser vivo (o muerto) en este planeta y mundos circunvecinos.
Pero lo que hace especial a Roger Federer es que parece normal, hasta vulnerable. Por eso fue especial su triunfo contra Novak Djokovic en las semifinales de Roland Garros este año: venció a la última versión de Goliat, Terminator o Robocop del tenis. Un triunfo improbable.
Y seguirá tratando, y seguirá buscando ser el mejor otra vez, y si no lo consigue no importa.
Él, y odio decirlo pero es cierto, Rafael Nadal son expertos en ello, en intentar y competir. Un libro de texto sobre constancia y voluntad para chicos y grandes, para "treintañeros"
Y ni ellos se lo toman tan en serio. (http://www.youtube.com/watch?v=94xyOpETYYs)
En el deporte, cuando se habla de esta edad, se vuelve un tema tabú.
"¿Qué pasará después de los 30?", "¿Llegaré algún día a tener tres décadas?", "¿Podré tener sexo?", "Dicen que cuando llegas a esa edad te crecen las orejas y se te caen las manos; pierdes la memoria y te haces pipí cuando caminas, cuando te ríes".
Los que pasan esta barrera son súper hombres.
En el tenis llegar a esa edad significa el comienzo del declive de todas las facultades que te acompañaron durante la carrera. O al menos eso es lo que cuentan los comentaristas de la TV. Ellos se refieren a las físicas, pero en mi casa con chicharrón de cerdo en mi mano, pienso que al resto de los mortales se nos acaban muchas más gracias. Damn!
Y la mala noticia se cierne sobre los fanáticos de Roger Federer, "Su Majestad", "La Barbie" (este apodo porque nunca parece sudar y ni pierde la compostura aún después de jugar cinco sets), "El Expreso Suizo" acaba de cumplir 30 años. Otro Damn!
El pasado jueves jugó en la tecera ronda del Masters de Montréal contra Jo Wilfried Tsonga.
Tal vez ustedes hayan escuchado demasiado del suizo, y muy poco sobre el francés que, pese a sus altibajos en el ranking es durísimo, tiene uno de los mejores servicios del circuito y tiene una derecha que lo hacen uno de los tenistas más incómodos a enfrentar en toda la ATP.
¡Ah! y tiene 26 años.
Federer tiene... ¡apenas 30! y ya es un venerable veterano cuyo declive ha sido esperado, vaticinado, pronosticado y deseado por legiones de fanáticos de Rafael Nadal, Novak Djokovic, Andy Murray o Juan Martín del Potro que esperan su inminente caída en el ranking y el posterior retiro.
Como con U2, parecería que la gente ya tuvo suficiente de Roger.
Así que convertí el drama de este juego en uno personal: tal vez los que me conocen, mis amigos y mis enemigos, ya tuvieron suficiente de mi. Estoy ruco y buscan...., no sé que buscan, ya que no puedo retirarme, ni jubilarme de algo. Shite, diría un galés.
Así las cosas, combatiendo secretamente a la arrogante juventud adoradora del Justin Bieber, a través de un partido de tenis, ¿qué culpa tienen ellos? Me dispuse a ver a "Su Majestad", contra "El Joven"; al artista contra la fuerza bruta; a la inteligencia contra la potencia física.
En su último partido este año, en Wimbledon, el francés se repuso de dos sets y acabó venciendo a Federer en cinco parciales en Cuartos de Final. Fue la primera vez que Roger perdía un partido después de ganar los primeros dos sets.
Y en el 2009 también en Montréal, Tsonga remontó al suizo un 5 a 1 en el último set para ganar el partido.
Ambas derrotas dolorosas. Ambos tragos amarguísimos para la legión de "Federeristas", a la que pertenezco y en la que orgullosamente he envejecido.
El primer set fue durísimo. Roger tuvo set point, pero la derecha y el servicio de Tsonga fueron demasiado llevándose el parcial en tie break, 7-6 (3) y el ingreso de más nubes a mi atribulada testa, que les confirió a estos protagonistas, sin ellos saberlo, el carácter de gladiadores en una personalísima justa que resolvería si tenía razón (y futuro) o no.
El segundo set, un bálsamo. Su Majestad le rompe el servicio al francés y sostiene su saque para ganar el set 6-4. ¿Viejo Federer?, ¿Viejo yo? ¡Viejos los cerros! ¡Vamos por cerveza!
De vuelta, tras perderme unos minutos, el marcador, el destino, el set, el partido, el sol y todo lo que pueda enlistarse me hicieron una jugarreta: Tsonga iba adelante..., ¡5 a 0! ¡Noooo!, ¿Pero cómo puede ser posible? ¡Si yo hace minutos los dejé empatados!
El suizo rompió la blanqueada, pero Tsonga con fuerza, juventud y más raquetazos sostuvo su servicio y ganó el partido. 7-6 (3), 4-6, 6-1. La juventud sobre la experiencia. Federer perdió y en mi mente yo perdí mi particular duelo.
Todo se ofuscó y la cerveza se guardó.
No había nada que celebrar.
Pero...
En sesuda deliberación "Con-mi-mismo", trataba de hacerme a la idea de que todo lo bueno se acaba; que yo mismo solía hacer muchas cosas bien que ya no podía (como correr a toda velocidad, jugar fútbol, americano, tenis, nintendo, canicas, vencidas, contar cuentos, ser simpático, sacar buenas calificaciones y hacer "tirabolitas", entre otras muchas habilidades) y así empecé a enterrar a Roger como jugador elite.
Pero navegando por la web buscando consuelo encontré esta pieza de Peter Bodo (http://blogs.tennis.com/tennisworld/2011/08/the-deuce-club-812.html)
y todo tuvo sentido.
No se trata de ganar siempre, se trata de disfrutar lo que haces y si por consecuencia viene el triunfo o el reconocimiento, qué bueno, si no, todavía haces lo que más te gusta.
Vaya "deep thought" para un tenista que ha ganado más de 60 millones de dólares en su carrera y más Grand Slams de tenis que cualquier ser vivo (o muerto) en este planeta y mundos circunvecinos.
Pero lo que hace especial a Roger Federer es que parece normal, hasta vulnerable. Por eso fue especial su triunfo contra Novak Djokovic en las semifinales de Roland Garros este año: venció a la última versión de Goliat, Terminator o Robocop del tenis. Un triunfo improbable.
Y seguirá tratando, y seguirá buscando ser el mejor otra vez, y si no lo consigue no importa.
Él, y odio decirlo pero es cierto, Rafael Nadal son expertos en ello, en intentar y competir. Un libro de texto sobre constancia y voluntad para chicos y grandes, para "treintañeros"
Y ni ellos se lo toman tan en serio. (http://www.youtube.com/watch?v=94xyOpETYYs)
domingo, 7 de agosto de 2011
Semana de Estadios
La primer semana de agosto fue una excelente oportunidad para ver de cerca a dos de los estadios de Monterrey y desde luego, para tomar mucha, pero mucha cerveza.
Martes, 2 de agosto, Estadio de Béisbol Monterrey (o el "Palacio Sultán")
Antes que nada, cabe aclarar que le voy a los Broncos de Reynosa.
Soy orgullosamente regio, pero ni mis 21 años de vivir en esta ciudad han cambiado mi cariño por el equipo fronterizo y por su ciudad, donde viví siete años, suficientes para convertirme en un eterno contreras de los Sultanes, aquí en Monterrey.
Por ello era impensable perderse un juego de playoff contra el archirival en su estadio, aunque el entusiasmo no era el ideal. Durante la temporada regular los Broncos fueron el mejor equipo como local, pero los Sultanes nos habían ganado los primeros dos de la serie en el López Mateos. Así que para sobrevivir había que ganar hoy y llevarse dos de tres en el regio.
Mi plan era irme desde mi trabajo en camión y luego en metro, para luego caminar aproximadamente un kilómetro a través del Parque Niños Héroes y llegar al estadio, comprar boleto y alcanzar a un cuate y sus hijos que me esperaban. Je, je, bonito plan, pero un sueño guajiro: hacía un calor de miércoles, y apenas era martes.
Así, en taxi (pinche fresa), por Venustiano Carranza, entre el Mercado Campesino y la "Coyotera" (pinche fresa al cuadrado), llego después de siglos a Fidel Velázquez y luego a Barragán hacia el estadio quejándome por el tráfico (pinche fresa al cubo). Ya iba tarde.
Después de la parafernalia de entrar, dónde te sientas y demás, observo en la pizarra la primer caricia: 8-0 Broncos, en la parte baja de la tercera entrada.
Luego, la segunda buena noticia: el mayor de los tres hijos de mi amigo (una multitud), un pequeño de apenas 8 años de edad en pleno "Palacio Sultán", declara su amor por los Broncos, y sin que el "tío" le dijera nada. ¡Qué pop!
Hasta allí lo bueno, porque los Sultanes remontaron hasta acercarse 8 a 6 en la quinta entrada. La historia de toda la temporada de los Broncos que tienen que anotar arriba de 10 carreras para aspirar a ganar, porque picheo no hay. Esa noche los Sultanes pegaron... ¡18 hits!
Lo bueno es que hubo poder, cortesía de Willis Otáñez y cada que se acercaban los Sultanes, Reynosa se alejaba. Marcadaor final: ganaron los Broncos 10 a 8, la serie se puso 2 a 1 Sultanes, la ingesta terminó en tres cervezas dobles y en un detallazo, la gente del estadio abrió el acceso del público a la cancha, y los hijos de mi amigo nos hicieron correr las bases, lanzar pelotas y sudar y sudar.
Terminé hecho una sopa pero feliz, como una lombriz.
Miércoles, 3 de agosto, Estadio Universitario (o el "Volcán")
Ir al Universitario entre semana es toda una odisea.
Y aunque el juego casi siempre es programado relativamente tarde, 20:45 de la noche, el tráfico que hay justo al llegar al estadio es prácticamente imposible.
Uno quisiera irse con tres horas de anticipación, pero se corre el riesgo de llegar muuuy temprano, de tomar muuuucha cerveza, y de agotar tooodo tema de conversación posible. La neta, no soy tan brillante y simpático para mantener a un auditorio atento.
Así hay que irse a la hora que hay que irse; hacer la fila de autos que hay que hacer; estacionar el auto en la calle como los demás; y caminar lo que hay que caminar. Por toda esta odisea, el público es exigente con los Tigres. Si no ganan con la chinga que uno se puso, pues ya ni chingan. Así de sufridos somos los que queremos a este equipo.
Ya en el estadio, la gente era optimista a medias: vamos invictos, pero no hemos ganado; no podemos con Toluca en el Uni, pero estos "Diablos" no asustan a nadie.
En fin, así las cosas los "TI-GUE-RES" se fueron arriba con un golazo de Héctor Mancilla en el primer tiempo; Sinha del Toluca metió un penalty que el arbitro anuló, lo volvió a cobrar y.... ¡Palos lo paró!; más tarde Lucas Lobos, nuestro ídolo mete un golazo de cabeza, ¡y a Talavera!, el arquero de la Selección Nacional.
El estadio se veía hermoso, íbamos 2 a 0 y todos brincando con la orden: "¡porro po pon!, ¡porro po pon!, ¡el que no salte es Rayado maricón!"
Y que se nos viene la noche.
Primero Nestor Calderón "El Avión", con un zapatazo de fuera del área acorta la distancia, mientras hacíamos olas y pedíamos chelas. Llegó el miedo y llegó Sinha, quien en jugada individual la depositó con clase para el 2-2, ¡para el jodido 2-2!
¿Otro empate? Sí señor.
No perdemos, pero tampoco ganamos. Y hay que regresar hasta el carro en otra odisea y esperar a que todavía esté allí. En esta ciudad ya no se sabe.
Y en la tele, cerca de donde nos sentamos: el Barcelona del Pep Guardiola caía 4 a 1 contra las Chivas y los Sultanes ganaban 7 a 2 y se ponían a un juego de llevarse la serie contra los Broncos y pasar a la final de la zona norte.
Damn! Más malas noticias y más calor. Las tres cervezas dobles no me hicieron ni cosquillas.
Jueves, 4 de agosto, Estadio de Béisbol Monterrey (o el "Palacio Sultán)
Ahora el taxi fue más ducho, rápido y en un santiamén llegó del trabajo al estadio de beis, no sin antes ver pasar a un convoy de granaderas de la Policía Estatal. Hubo balacera afuera del Penal del Topo Chico y todos en el tráfico asustados, en una escena habitual en esta sufrida ciudad.
Ahora fuimos más amigos... y más niños: ocho en total. Llegamos tarde, aunque no tanto, en la parte baja de la segunda entrada con los Broncos arriba 2 a 0. Si perdían éste, adiós hermano y a soportar a los 20 mil fanáticos Sultanes y su actitud: "merecemos estar en finales porque somos regios". Hay cosas que jamás entenderé de esta hermosa tierra.
El partido fue bárbaro, de volteretas, de nulo picheo, con un José Juan Aguilar (¿quién?), noveno al bat de los Broncos, que se fue de 5-5. Vaya, un juegazo.
En las gradas, José Maiz García, dueño de los Sultanes se placeaba en plena precampaña política, y a nosotros nos daban vasos con cerveza con la imagen del estadio y de su cara, para que no se nos olvidara y votemos por él.
Monterrey remontó 3 a 2 en la tercer entrada, lo que ocasionó que el hijo de mi amigo, el Bronco, le pegara a su hermano, que le va los Sultanes, ofuscado por la voltereta. Pero faltaba juego y Reynosa se fue al frente 6 a 3, pero en la baja de la sexta vovieron a ponerse abajo 7 a 6.
Al empezar el noveno inning, el score marcaba 9 carreras por lado y nadie se movía de sus butacas. "Pinches rancheros", gritaban los cosmopolitas aficionados Sultanes a los que fueron, como yo, a apoyar a Reynosa. Deben sentirse residentes de Manhattan, Frankfurt o Viena.
Pero los Broncos tienen mucho bateo: Jesse Gutiérrez, Willis Otáñez, Adán Muñoz, Yurendell de Caster, Marshall McDougall y el mismo Aguilar. Les metieron cinco carreras en la último capítulo, 14-9, se acabó la historia y la serie regresa a Reynosa.
Y otra vez, la directiva Sultán vuelve a dejar pasar a los niños y sus papás al campo para que jueguen después del partido.
Ya en el terreno de juego pensaba, muy confiado, en mood soberbio, que qué bueno que hacían esto, porque estos pobres aficionados van a tener que esperar hasta el 2012 para volverlo a hacer. ¡Qué lástima!
A ver si mi confianza, no fue producto de las tres cervezas dobles, que culminaron un triplete de días, la verdad, inolvidable.
PD
Domingo, triste domingo. Los Sultanes finalmente ganaron la serie. Fueron a Reynosa y con cuatro carreras en el noveno inning, nos pegaron 8-4. A domicilio. Damn!
Martes, 2 de agosto, Estadio de Béisbol Monterrey (o el "Palacio Sultán")
Antes que nada, cabe aclarar que le voy a los Broncos de Reynosa.
Soy orgullosamente regio, pero ni mis 21 años de vivir en esta ciudad han cambiado mi cariño por el equipo fronterizo y por su ciudad, donde viví siete años, suficientes para convertirme en un eterno contreras de los Sultanes, aquí en Monterrey.
Por ello era impensable perderse un juego de playoff contra el archirival en su estadio, aunque el entusiasmo no era el ideal. Durante la temporada regular los Broncos fueron el mejor equipo como local, pero los Sultanes nos habían ganado los primeros dos de la serie en el López Mateos. Así que para sobrevivir había que ganar hoy y llevarse dos de tres en el regio.
Mi plan era irme desde mi trabajo en camión y luego en metro, para luego caminar aproximadamente un kilómetro a través del Parque Niños Héroes y llegar al estadio, comprar boleto y alcanzar a un cuate y sus hijos que me esperaban. Je, je, bonito plan, pero un sueño guajiro: hacía un calor de miércoles, y apenas era martes.
Así, en taxi (pinche fresa), por Venustiano Carranza, entre el Mercado Campesino y la "Coyotera" (pinche fresa al cuadrado), llego después de siglos a Fidel Velázquez y luego a Barragán hacia el estadio quejándome por el tráfico (pinche fresa al cubo). Ya iba tarde.
Después de la parafernalia de entrar, dónde te sientas y demás, observo en la pizarra la primer caricia: 8-0 Broncos, en la parte baja de la tercera entrada.
Luego, la segunda buena noticia: el mayor de los tres hijos de mi amigo (una multitud), un pequeño de apenas 8 años de edad en pleno "Palacio Sultán", declara su amor por los Broncos, y sin que el "tío" le dijera nada. ¡Qué pop!
Hasta allí lo bueno, porque los Sultanes remontaron hasta acercarse 8 a 6 en la quinta entrada. La historia de toda la temporada de los Broncos que tienen que anotar arriba de 10 carreras para aspirar a ganar, porque picheo no hay. Esa noche los Sultanes pegaron... ¡18 hits!
Lo bueno es que hubo poder, cortesía de Willis Otáñez y cada que se acercaban los Sultanes, Reynosa se alejaba. Marcadaor final: ganaron los Broncos 10 a 8, la serie se puso 2 a 1 Sultanes, la ingesta terminó en tres cervezas dobles y en un detallazo, la gente del estadio abrió el acceso del público a la cancha, y los hijos de mi amigo nos hicieron correr las bases, lanzar pelotas y sudar y sudar.
Terminé hecho una sopa pero feliz, como una lombriz.
Miércoles, 3 de agosto, Estadio Universitario (o el "Volcán")
Ir al Universitario entre semana es toda una odisea.
Y aunque el juego casi siempre es programado relativamente tarde, 20:45 de la noche, el tráfico que hay justo al llegar al estadio es prácticamente imposible.
Uno quisiera irse con tres horas de anticipación, pero se corre el riesgo de llegar muuuy temprano, de tomar muuuucha cerveza, y de agotar tooodo tema de conversación posible. La neta, no soy tan brillante y simpático para mantener a un auditorio atento.
Así hay que irse a la hora que hay que irse; hacer la fila de autos que hay que hacer; estacionar el auto en la calle como los demás; y caminar lo que hay que caminar. Por toda esta odisea, el público es exigente con los Tigres. Si no ganan con la chinga que uno se puso, pues ya ni chingan. Así de sufridos somos los que queremos a este equipo.
Ya en el estadio, la gente era optimista a medias: vamos invictos, pero no hemos ganado; no podemos con Toluca en el Uni, pero estos "Diablos" no asustan a nadie.
En fin, así las cosas los "TI-GUE-RES" se fueron arriba con un golazo de Héctor Mancilla en el primer tiempo; Sinha del Toluca metió un penalty que el arbitro anuló, lo volvió a cobrar y.... ¡Palos lo paró!; más tarde Lucas Lobos, nuestro ídolo mete un golazo de cabeza, ¡y a Talavera!, el arquero de la Selección Nacional.
El estadio se veía hermoso, íbamos 2 a 0 y todos brincando con la orden: "¡porro po pon!, ¡porro po pon!, ¡el que no salte es Rayado maricón!"
Y que se nos viene la noche.
Primero Nestor Calderón "El Avión", con un zapatazo de fuera del área acorta la distancia, mientras hacíamos olas y pedíamos chelas. Llegó el miedo y llegó Sinha, quien en jugada individual la depositó con clase para el 2-2, ¡para el jodido 2-2!
¿Otro empate? Sí señor.
No perdemos, pero tampoco ganamos. Y hay que regresar hasta el carro en otra odisea y esperar a que todavía esté allí. En esta ciudad ya no se sabe.
Y en la tele, cerca de donde nos sentamos: el Barcelona del Pep Guardiola caía 4 a 1 contra las Chivas y los Sultanes ganaban 7 a 2 y se ponían a un juego de llevarse la serie contra los Broncos y pasar a la final de la zona norte.
Damn! Más malas noticias y más calor. Las tres cervezas dobles no me hicieron ni cosquillas.
Jueves, 4 de agosto, Estadio de Béisbol Monterrey (o el "Palacio Sultán)
Ahora el taxi fue más ducho, rápido y en un santiamén llegó del trabajo al estadio de beis, no sin antes ver pasar a un convoy de granaderas de la Policía Estatal. Hubo balacera afuera del Penal del Topo Chico y todos en el tráfico asustados, en una escena habitual en esta sufrida ciudad.
Ahora fuimos más amigos... y más niños: ocho en total. Llegamos tarde, aunque no tanto, en la parte baja de la segunda entrada con los Broncos arriba 2 a 0. Si perdían éste, adiós hermano y a soportar a los 20 mil fanáticos Sultanes y su actitud: "merecemos estar en finales porque somos regios". Hay cosas que jamás entenderé de esta hermosa tierra.
El partido fue bárbaro, de volteretas, de nulo picheo, con un José Juan Aguilar (¿quién?), noveno al bat de los Broncos, que se fue de 5-5. Vaya, un juegazo.
En las gradas, José Maiz García, dueño de los Sultanes se placeaba en plena precampaña política, y a nosotros nos daban vasos con cerveza con la imagen del estadio y de su cara, para que no se nos olvidara y votemos por él.
Monterrey remontó 3 a 2 en la tercer entrada, lo que ocasionó que el hijo de mi amigo, el Bronco, le pegara a su hermano, que le va los Sultanes, ofuscado por la voltereta. Pero faltaba juego y Reynosa se fue al frente 6 a 3, pero en la baja de la sexta vovieron a ponerse abajo 7 a 6.
Al empezar el noveno inning, el score marcaba 9 carreras por lado y nadie se movía de sus butacas. "Pinches rancheros", gritaban los cosmopolitas aficionados Sultanes a los que fueron, como yo, a apoyar a Reynosa. Deben sentirse residentes de Manhattan, Frankfurt o Viena.
Pero los Broncos tienen mucho bateo: Jesse Gutiérrez, Willis Otáñez, Adán Muñoz, Yurendell de Caster, Marshall McDougall y el mismo Aguilar. Les metieron cinco carreras en la último capítulo, 14-9, se acabó la historia y la serie regresa a Reynosa.
Y otra vez, la directiva Sultán vuelve a dejar pasar a los niños y sus papás al campo para que jueguen después del partido.
Ya en el terreno de juego pensaba, muy confiado, en mood soberbio, que qué bueno que hacían esto, porque estos pobres aficionados van a tener que esperar hasta el 2012 para volverlo a hacer. ¡Qué lástima!
A ver si mi confianza, no fue producto de las tres cervezas dobles, que culminaron un triplete de días, la verdad, inolvidable.
PD
Domingo, triste domingo. Los Sultanes finalmente ganaron la serie. Fueron a Reynosa y con cuatro carreras en el noveno inning, nos pegaron 8-4. A domicilio. Damn!
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