Con cráneo en la mano pregunto: “¿Ir o no ir?”; con un ojo en el gato y otro en el garabato pido a los cielos estar en dos partes al mismo tiempo; ¿quiero sopa o tacos?, ¿dormir o chelear?
Estos fueron algunos asuntos que traté de resolver el sábado, 14 de enero y que por supuesto minaron mi energía, acabaron con la gasolina de mi tanque.
Este precioso día nos presentó una disyuntiva para los Tigres que nos gusta el futbol americano. ¿Ir o no ir al estadio? He ahí el dilema.
Y es que el tiempo de las 17:30 a las 19:00 horas, o se usaba para atravesar la ciudad y llegar al Estadio Universitario para saludar al Campeón de México o…, se utilizaba para ver la segunda mitad de lo que resultó ser uno de los mejores juegos de playoffs en la historia de la NFL, el Santos – 49ers.
Ya había resuelto ir al estadio, así que sólo vería la primera mitad. ¿Estaba realmente cambiando los Divisionales de la NFL, el deporte más hermoso del Mundo por el futbol?
Sí. Damn! Me sentí Judas; un traidor.
Así las cosas, el partido empezó como muchos lo pensamos, con los Santos avanzando y los 49ers tratando de parar lo que no se podía parar, sin albur.
Hasta que dentro de la zona roja de San Francisco, Brees lanza a Pierre Thomas quien camino a anotar recibe un santo “golpanazo” (diría Benny Ricardo) y fumblea. Bola de San Francisco y un aviso: “Hoy no va a ser tan fácil”.
Los siguientes minutos el mundo de los Santos se empezó a derrumbar y en los primeros minutos del segundo cuarto perdían 17 a 0.
“Ya se los cargó el payaso”, pensé, mientras me ponía mi nueva lima de los Tigres, uno de mis más preciados regalos.
Obvio decir que le iba a los Santos y que tras la desventaja, lo que quería era salir corriendo de mi casa para ver a mis Tigres. Esos, sí que ganarían. Pero por disciplina me quedé a ver el resto de la primera mitad. Y…¡oh, Dios!
Los Santos regresaron, en gran forma. En un parpadeo estaban 17 a 14 y con la bola para empatar o irse arriba. De hacerlo, todos los errores, intercepciones y babosadas hechas en la primera mitad habrían quedado en el olvido.
No fue así, San Francisco mantuvo la compostura en los minutos finales y al mediotiempo se fueron. Sip, los chicos de Jim Harbaugh estaban dando la sorpresa.
¿Ir o no ir? He ahí el dilema. Pues que cierro los ojos, respiro profundo y que me salgo a la calle a esperar mi taxi. Luego, en el metro, de pie, en la Estación Padre Mier, me llega un mensajito: que los cuates con los que voy no irían y se quedarían mejor a ver el juego de los Santos. Damn! ¿Qué sabían ellos que yo no?, me preguntaba. “Pues ellos están viendo en la tele a Drew Brees y tu estás como sardina en vagón del metro regiomontano, entre General Anaya y Regina. Y estos no son amigos, son estaciones.
Algo me olía mal con mi decisión. La llegada al estadio sin novedad, saludando a los amigos del sector donde nos sentamos, todos con un semblante de alivio, de misión cumplida, de ver cómo es la vida después de un título. Teníamos casi tres décadas de no tener ese feeling y al menos por 20 años solo sentíamos franca desesperación.
Ni que el rival fuera el semifinalista Querétaro, ni que no contáramos con Lucas Lobos por lesión minaban nuestro optimismo: ganaríamos a huevo.
La inauguración muy bonita, con luces azules amarillas, el “Tiguereé, que yo te quiero ver, caaaampeón, oootra vez”, la presentación del plantel, el saludo de los campeones…, y yo volteando atrás para ver si en los palcos alguien se dignaba a poner el juego de los Santos. Me sentía un doble, triple y cuádruple traidor. Un monstruo.
Y resolví dedicarme a lo mío: los Tigres. “Y buueeeeno…”, diría un argentino, los chicos hacían lo que podían, los Gallos bien plantados, sin estrellas; le anulan un gol al Tigre y más tarde cae un gol que debió ser anulado, 1 a 0 para los felinos y…tan tán.
Ahora, los de los palcos sí habían puesto la tele y allí: la masacre a Tebow. El buen hombre cayó en las manos de uno de los personajes más listos y siniestros de la NFL: Bill Bellichick, coach de los Patriotas y en la primera mitad ya habían resuelto el encuentro. ¿Tom Brady? Odiosamente bueno, en camino a su cuarto Súper Tazón.
¿Y el juego de los Santos? Me llegó un mensajito con el marcador final: 36-32, San Francisco.
¿Queeeé? Y que me salgo cinco minutos antes de que acabara el partido en el Universitario, me voy corriendo a la estación del metro, de allí hasta Zaragoza, donde salgo corriendo a detener un taxi.
“¿A dónde?”, pregunta.
“Allá”, contesto como si fuera Buzz Light Year.
“¿A dónde allá?”, vuelve a preguntar el profesional del volante o la “manejadera”.
Después de traducirme el taxista me lleva a la casa, prendo el NFL Network y… que empiezan los highlights del Santos-49ers.
Lo dejé 17-14 San Francisco, quienes en el tercer cuarto se fueron arriba con un gol de campo más.
Estaba de pie frente a la tele. Y no lo podía creer. Quedaban cuatro minutos, ¡cuatro minutos!, para terminar el partido y San Francisco ganaba 23-17, cuando Darren Sproles de los Santos se escapa en jugada de 44 yardas a pase de Drew Brees, 24-23 Nueva Orleáns.
“No mames”, dije.
¡Y dos minutos después los 49ers se vuelven a ir arriba con una corrida de 28 yardas de Alex Smith! Fallan la conversión de dos puntos, pero se van arriba 29 a 24, a dos minutos de que acabe el partido.
“¡Noooooooo puede ser!”, grité.
Nueva Orleáns vuelve a anotar, muy rápido, con un pase de 66 yardas de Brees a Jimmy Graham, que tras un trancazo en el primer tiempo (ese sí lo ví) había quedado tocado, como si se creyera Batman. 32-29 Santos con poco más de minuto y medio por jugar.
“Do babes”, me senté.
Y al final, a nueve segundos de terminar el partido Alex Smith, á la Joe Montana, á la Steve Young, vaya, hasta á la Jeff García, conecta con Vernon Davis desde 14 yardas y San Francisco gana el partido 36-32.
Apagué la tele como si lo hubiera visto en vivo. Mudo. Un minuto en silencio y a prender teles, compus y focos.
El panel del NFL Network vuelto loco; todos en la red vueltos locos: habían visto uno de los mejores juegos de la historia de la liga, al menos en este siglo 21.
Y yo fui a ver a los Tigres ganarle 1 a 0 a los Gallos Blancos del Querétaro. Los he de querer mucho.
Pienso…
…los Texanos debieron de haberle ganado a los Ravens.
…y de haberlo hecho le hubieran dado más problemas a los Patriotas, de los que hará Baltimore.
…que a Mike McCarthy, coach de Green Bay le pasó lo mismo que le ha venido sucediendo a Víctor Manuel Vucetich, entrenador de Rayados desde hace tiempo: se creen muy inteligentes.
…que Eli Manning es un excelente quarterback que tiene un defecto: vive en Nueva York, donde todos piensan que son más inteligentes que él.
…que sigo en la idea de un rematch entre los Patriotas y Gigantes, más que un Harbaugh Bowl (que no estaría mal)
…que Rafael Nadal habló con su abundante trasero criticando a Roger Federer por no involucrarse más en la asociación de jugadores; más tarde aclaró su punto, pidió disculpas y el Gran Suizo lo perdonó. Podrían jugar la semifinal del Abierto de Australia.
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