domingo, 14 de agosto de 2011

ROGER, FOREVER ROGER

Los 30.
En el deporte, cuando se habla de esta edad, se vuelve un tema tabú.
"¿Qué pasará después de los 30?", "¿Llegaré algún día a tener tres décadas?", "¿Podré tener sexo?", "Dicen que cuando llegas a esa edad te crecen las orejas y se te caen las manos; pierdes la memoria y te haces pipí cuando caminas, cuando te ríes".
Los que pasan esta barrera son súper hombres.
En el tenis llegar a esa edad significa el comienzo del declive de todas las facultades que te acompañaron durante la carrera. O al menos eso es lo que cuentan los comentaristas de la TV. Ellos se refieren a las físicas, pero en mi casa con chicharrón de cerdo en mi mano, pienso que al resto de los mortales se nos acaban muchas más gracias. Damn!
Y la mala noticia se cierne sobre los fanáticos de Roger Federer, "Su Majestad", "La Barbie" (este apodo porque nunca parece sudar y ni pierde la compostura aún después de jugar cinco sets), "El Expreso Suizo" acaba de cumplir 30 años. Otro Damn!


El pasado jueves jugó en la tecera ronda del Masters de Montréal contra Jo Wilfried Tsonga.
Tal vez ustedes hayan escuchado demasiado del suizo, y muy poco sobre el francés que, pese a sus altibajos en el ranking es durísimo, tiene uno de los mejores servicios del circuito y tiene una derecha que lo hacen uno de los tenistas más incómodos a enfrentar en toda la ATP.
¡Ah! y tiene 26 años.

Federer tiene... ¡apenas 30! y ya es un venerable veterano cuyo declive ha sido esperado, vaticinado, pronosticado y deseado por legiones de fanáticos de Rafael Nadal, Novak Djokovic, Andy Murray o Juan Martín del Potro que esperan su inminente caída en el ranking y el posterior retiro.
Como con U2, parecería que la gente ya tuvo suficiente de Roger.
Así que convertí el drama de este juego en uno personal: tal vez los que me conocen, mis amigos y mis enemigos, ya tuvieron suficiente de mi. Estoy ruco y buscan...., no sé que buscan, ya que no puedo retirarme, ni jubilarme de algo. Shite, diría un galés.

Así las cosas, combatiendo secretamente a la arrogante juventud adoradora del Justin Bieber, a través de un partido de tenis, ¿qué culpa tienen ellos? Me dispuse a ver a "Su Majestad", contra "El Joven"; al artista contra la fuerza bruta; a la inteligencia contra la potencia física.

En su último partido este año, en Wimbledon, el francés se repuso de dos sets y acabó venciendo a Federer en cinco parciales en Cuartos de Final. Fue la primera vez que Roger perdía un partido después de ganar los primeros dos sets.

Y en el 2009 también en Montréal, Tsonga remontó al suizo un 5 a 1 en el último set para ganar el partido.
Ambas derrotas dolorosas. Ambos tragos amarguísimos para la legión de "Federeristas", a la que pertenezco y en la que orgullosamente he envejecido.


El primer set fue durísimo. Roger tuvo set point, pero la derecha y el servicio de Tsonga fueron demasiado llevándose el parcial en tie break, 7-6 (3) y el ingreso de más nubes a mi atribulada testa, que les confirió a estos protagonistas, sin ellos saberlo, el carácter de gladiadores en una personalísima justa que resolvería si tenía razón (y futuro) o no.

El segundo set, un bálsamo. Su Majestad le rompe el servicio al francés y sostiene su saque para ganar el set 6-4. ¿Viejo Federer?, ¿Viejo yo? ¡Viejos los cerros! ¡Vamos por cerveza!

De vuelta, tras perderme unos minutos, el marcador, el destino, el set, el partido, el sol y todo lo que pueda enlistarse me hicieron una jugarreta: Tsonga iba adelante..., ¡5 a 0! ¡Noooo!, ¿Pero cómo puede ser posible? ¡Si yo hace minutos los dejé empatados!

El suizo rompió la blanqueada, pero Tsonga con fuerza, juventud y más raquetazos sostuvo su servicio y ganó el partido. 7-6 (3), 4-6, 6-1. La juventud sobre la experiencia. Federer perdió y en mi mente yo perdí mi particular duelo.
Todo se ofuscó y la cerveza se guardó.
No había nada que celebrar.

Pero...

En sesuda deliberación "Con-mi-mismo", trataba de hacerme a la idea de que todo lo bueno se acaba; que yo mismo solía hacer muchas cosas bien que ya no podía (como correr a toda velocidad, jugar fútbol, americano, tenis, nintendo, canicas, vencidas, contar cuentos, ser simpático, sacar buenas calificaciones y hacer "tirabolitas", entre otras muchas habilidades) y así empecé a enterrar a Roger como jugador elite.

Pero navegando por la web buscando consuelo encontré esta pieza de Peter Bodo (http://blogs.tennis.com/tennisworld/2011/08/the-deuce-club-812.html)
y todo tuvo sentido.

No se trata de ganar siempre, se trata de disfrutar lo que haces y si por consecuencia viene el triunfo o el reconocimiento, qué bueno, si no, todavía haces lo que más te gusta.

Vaya "deep thought" para un tenista que ha ganado más de 60 millones de dólares en su carrera y más Grand Slams de tenis que cualquier ser vivo (o muerto) en este planeta y mundos circunvecinos.

Pero lo que hace especial a Roger Federer es que parece normal, hasta vulnerable. Por eso fue especial su triunfo contra Novak Djokovic en las semifinales de Roland Garros este año: venció a la última versión de Goliat, Terminator o Robocop del tenis. Un triunfo improbable.



Y seguirá tratando, y seguirá buscando ser el mejor otra vez, y si no lo consigue no importa.
Él, y odio decirlo pero es cierto, Rafael Nadal son expertos en ello, en intentar y competir. Un libro de texto sobre constancia y voluntad para chicos y grandes, para "treintañeros"
Y ni ellos se lo toman tan en serio. (http://www.youtube.com/watch?v=94xyOpETYYs)

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