Yo sé que muchos hubieran querido que en el Super Tazón se enfrentasen los hermanos Harbaugh (Ravens de Baltimore y 49ers de San Francisco), pero el duelo entre los Gigantes y los Patriotas tiene tantos y tan buenos ingredientes que lo hacen, de veras, el mejor final que la NFL puede ofrecer en su temporada 2011-2012.
Primero, antepone a dos ciudades separadas por apenas 305 kilómetros, Boston y Nueva York, cuya rivalidad no solo se limita al Yankees - Red Sox en beisbol, sino que se extiende a casi todos los deportes profesionales que se juegan en Norteamérica.
En beis todos conocen que hace casi un siglo, Babe Ruth fue cambiado de Boston a Nueva York contra su voluntad y al mudarse a la Gran Manzana maldijo a su ex equipo diciendo que no volverían a ganar una Serie Mundial. Y así pasó. Los patirojos no ganaron ni por equivocación en el siglo 20.
En 1986, a un strike de obtener finalmente el campeonato en el sexto juego de la Serie Mundial, les batean una rola, muy, pero muy sencilla que se le pasa entre las piernas a Bill Buckner, el primera base de los Red Sox. Perderían el juego y en el séptimo de la serie, el título. ¿El rival? Los Mets de Nueva York.
Ya en el siglo 21, en el 2003, Boston y Nueva York se fueron a un séptimo y dramático juego, los Red Sox estuvieron a un strike de ganar el título de la Americana… y no pudieron. Luego en la 11a entrada Aaron Boone de los Yankees los despachó a su casa con un jonron. Damn! ¿Quién dijo que la afición de los Tigres era la más sufrida?
Y llegó el 2004. Abajo 3 juegos a 0, Boston ganó dos dramáticos juegos en casa, gracias a David Ortiz, regresó la serie a Nueva York donde la empataron a tres con un ensangrentado Curt Schilling (no podía caminar) que picha una joyita de juego á la Gladiador, y finalmente se llevan el séptimo de la serie en una voltereta que jamás había ocurrido en la historia de las Grandes Ligas. Días más tarde Boston se alzaba con la Serie Mundial al barrer a los Cardenales de San Luis. La maldición de Ruth había terminado.
Sospechosos Comunes
Los Patriotas de Nueva Inglaterra están enclavados en la División Este de la Conferencia Americana. Así juegan dos veces por año contra su eterno rival, los Jets de Nueva York.
"Los odio, no me gusta ese equipo", dijo el año pasado Tom Brady, el mariscal de campo de Nueva Inglaterra.
Aún así, la relación de ambas ciudades en la NFL es terrible y posee historias de traición dignas de una telenovela.
Está el caso de Bill Parcells, coach de los Gigantes de Nueva York y de su brillante coordinador defensivo Bill Belichick quienes en 1986 y 1990 llevaron al equipo al título. Allí se separaron: Belichick se fue a Cleveland como entrenador en jefe y Parcells… a ¡Boston! para entrenar a los Patriotas de Nueva Inglaterra. Traición 1.
Tras fracasar en Cleveland, Parcells "rescató" a Belichick y lo trajo como coordinador defensivo de los Patriotas llegando a un Super Tazón que perdieron contra el Green Bay de Brett Favre.
Y al año siguiente, la Traición 2: Parcells y Belichick se van de Nueva Inglaterra… ¡a Nueva York!, para entrenar a los Jets. El rival de división de los Patriotas.
La pareja trabajó allí un par de años, llevando a los Jets a un Campeonato de Conferencia que perderían en Denver después de ir ganando 10 a 0 al medio tiempo.
La idea era que tras retirarse Parcells, Belichick se convertiría en el head coach de los Jets. Y así sucedió. En 1999 el gran Bill Parcells se hizo a un lado y su delfín se hizo cargo del equipo… por un día.
Renunció y ¿qué creen? regresó a ¡Boston! para convertirse en el entrenador en jefe de Nueva Inglaterra. Triple, Cuádruple y Quintuple traición.
Tiempos modernos
En su segundo año al frente de los Patriotas, Belichick y un muy joven Tom Brady ganaron su primer Super Tazón a los Carneros de San Luis y empezaron una mini dinastía que los llevó a ganar tres títulos en cuatro años.
El cielo era el límite.
Tras algunos tropiezos, en el 2007 los Patriotas de Nueva Inglaterra conformaron un equipazo, ganaron sus primeros 15 juegos del año y se pusieron a una victoria de tener la primer temporada perfecta desde 1972, cuando los Delfines de Miami dirigidos por Don Shula habían quedado 14-0 y ganado el Super Tazón a Washington.
Brady y Bellichick podían hacerlo, solo tenían que ganarle a los Gigantes en Nueva York.
Fue un juegazo. Los neoyorquinos ganaban 28 a 16 tarde en el tercer cuarto, pero una furiosa reacción de los Patriotas los puso 38 a 28. Hacia el final, Eli Manning hizo el marcador más decoroso: 38-35. Vaya final de temporada. Los Pats lo habían conseguido, 16-0.
Y desde luego llegaron al Super Tazón, estaban a un paso de la perfección, solo tenían que ganarle... otra vez a los Gigantes.
Nueva York jugó tremendo, su defensiva había controlado a la ofensiva que había impuesto toda clase de récords ese año: más puntos, más yardas, más pases de anotación, en fin, la lista es larga.
Pero Eli Manning, el hermano menor de Peyton (Potros de Indianapolis), el superestrella archirival de Brady, había mantenido a su equipo en el juego y a un minuto de que acabara el partido solo perdían por 14 a 10. Y ocurrió lo improbable: en tercera y cinco por avanzar, Manning a punto de ser detenido lanza un pase desesperado que David Tyree atrapa con sus manos y su ¡nuca!
Más tarde, Manning conectó con Plaxico Burress y la sorpresa se consumó: los Gigantes ganaron el Super Tazón 17 a 14. Adiós temporada perfecta. Una vez más, Nueva York sobre Boston.
Y como colofón a este dominio, el año pasado Nueva Inglaterra tuvo otro temporadón de miedo, eran los favoritos para ganar todo. En su primer juego de playoffs recibían a los odiados Jets de Nueva York a quienes habían arrasado un mes antes 45 a 3. ¿El resultado final? 28-21 Jets, en casa de los Pats. Gran temporada. Viejo enemigo. Triste resultado. Again.
¿Y ahora?
Este año los Gigantes visitaron a los Patriotas y le propinaron la única derrota que Nueva Inglaterra tuvo como local en todo el año, por 24 puntos a 20. Fue además, una paliza física para Tom Brady.
Después Nueva York se desinfló y la defensiva de los Patriotas siguió en los últimos lugares de toda la liga, nadie en su sano juicio se aventuraba a considerarlos como serios contendientes.
Y pasó el milagro. Los Patriotas, que no habían ganado en el año a un equipo con marca ganadora, se despacharon a Tim Tebow y sus Broncos y a los poderosos Ravens de Baltimore gracias a la intervención divina: un pase que soltó Lee Evans en la zona de anotación que los hubiera mandado a casa y luego un gol de campo fallado de Billy Cundiff, ¡de 32 yardas! que hubiera mandado el juego a tiempo extra donde probablemente hubieran perdido contra los Ravens.
Los Gigantes por su parte estaban a punto de la muerte y su coach Tom Coughlin al borde del despido. Habían perdido 23 a 10 en su casa con Washington, el horizonte era tormentoso y venía el clásico de Nueva York contra los Jets. Si perdían, estaban fuera.
Y aquí también ocurrió un milagro: le ganaron a los Jets y el último juego de la temporada a los Vaqueros de Dallas. Se habían colado a los playoffs de milagro. Allí dejaron en 2 puntos a los Halcones de Atlanta, y derrotaron de visita a Green Bay y San Francisco. Nomás.
Está también el ingrediente de la huelga que había amenazado el que la actual temporada se llevase a cabo. Robert Kraft, el dueño de los Patriotas fue uno de los conciliadores más activos entre dueños y jugadores, asistiendo a las juntas a pesar de la repentina muerte de su esposa Myra.
Su profesionalismo y este trágico hecho hicieron que hubiera temporada el 2011. Si los Gigantes son el equipo del destino; los Patriotas tienen intervención divina.
Mil gracias a Boston y Nueva York por su hermosa rtivalidad en todos los órdenes. Nos tienen viendo tele a todos
¿Quién ganará?
Nosotros
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