sábado, 4 de febrero de 2012

305 KILÓMETROS DE SEPARACIÓN

Yo sé que muchos hubieran querido que en el Super Tazón se enfrentasen los hermanos Harbaugh (Ravens de Baltimore y 49ers de San Francisco), pero el duelo entre los Gigantes y los Patriotas tiene tantos y tan buenos ingredientes que lo hacen, de veras, el mejor final que la NFL puede ofrecer en su temporada 2011-2012.

Primero, antepone a dos ciudades separadas por apenas 305 kilómetros, Boston y Nueva York, cuya rivalidad no solo se limita al Yankees - Red Sox en beisbol, sino que se extiende a casi todos los deportes profesionales que se juegan en Norteamérica.

En beis todos conocen que hace casi un siglo, Babe Ruth fue cambiado de Boston a Nueva York contra su voluntad y al mudarse a la Gran Manzana maldijo a su ex equipo diciendo que no volverían a ganar una Serie Mundial. Y así pasó. Los patirojos no ganaron ni por equivocación en el siglo 20.

En 1986, a un strike de obtener finalmente el campeonato en el sexto juego de la Serie Mundial, les batean una rola, muy, pero muy sencilla que se le pasa entre las piernas a Bill Buckner, el primera base de los Red Sox. Perderían el juego y en el séptimo de la serie, el título. ¿El rival? Los Mets de Nueva York.


Ya en el siglo 21, en el 2003, Boston y Nueva York se fueron a un séptimo y dramático juego, los Red Sox estuvieron a un strike de ganar el título de la Americana… y no pudieron. Luego en la 11a entrada Aaron Boone de los Yankees los despachó a su casa con un jonron. Damn! ¿Quién dijo que la afición de los Tigres era la más sufrida?

Y llegó el 2004. Abajo 3 juegos a 0, Boston ganó dos dramáticos juegos en casa, gracias a David Ortiz, regresó la serie a Nueva York donde la empataron a tres con un ensangrentado Curt Schilling (no podía caminar) que picha una joyita de juego á la Gladiador, y finalmente se llevan el séptimo de la serie en una voltereta que jamás había ocurrido en la historia de las Grandes Ligas. Días más tarde Boston se alzaba con la Serie Mundial al barrer a los Cardenales de San Luis. La maldición de Ruth había terminado.

Sospechosos Comunes

Los Patriotas de Nueva Inglaterra están enclavados en la División Este de la Conferencia Americana. Así juegan dos veces por año contra su eterno rival, los Jets de Nueva York.
"Los odio, no me gusta ese equipo", dijo el año pasado Tom Brady, el mariscal de campo de Nueva Inglaterra.
Aún así, la relación de ambas ciudades en la NFL es terrible y posee historias de traición dignas de una telenovela.

Está el caso de Bill Parcells, coach de los Gigantes de Nueva York y de su brillante coordinador defensivo Bill Belichick quienes en 1986 y 1990 llevaron al equipo al título. Allí se separaron: Belichick se fue a Cleveland como entrenador en jefe y Parcells… a ¡Boston! para entrenar a los Patriotas de Nueva Inglaterra. Traición 1.

Tras fracasar en Cleveland, Parcells "rescató" a Belichick y lo trajo como coordinador defensivo de los Patriotas llegando a un Super Tazón que perdieron contra el Green Bay de Brett Favre.

Y al año siguiente, la Traición 2: Parcells y Belichick se van de Nueva Inglaterra… ¡a Nueva York!, para entrenar a los Jets. El rival de división de los Patriotas.

La pareja trabajó allí un par de años, llevando a los Jets a un Campeonato de Conferencia que perderían en Denver después de ir ganando 10 a 0 al medio tiempo.

La idea era que tras retirarse Parcells, Belichick se convertiría en el head coach de los Jets. Y así sucedió. En 1999 el gran Bill Parcells se hizo a un lado y su delfín se hizo cargo del equipo… por un día.

Renunció y ¿qué creen? regresó a ¡Boston! para convertirse en el entrenador en jefe de Nueva Inglaterra. Triple, Cuádruple y Quintuple traición.

Tiempos modernos

En su segundo año al frente de los Patriotas, Belichick y un muy joven Tom Brady ganaron su primer Super Tazón a los Carneros de San Luis y empezaron una mini dinastía que los llevó a ganar tres títulos en cuatro años.

El cielo era el límite.

Tras algunos tropiezos, en el 2007 los Patriotas de Nueva Inglaterra conformaron un equipazo, ganaron sus primeros 15 juegos del año y se pusieron a una victoria de tener la primer temporada perfecta desde 1972, cuando los Delfines de Miami dirigidos por Don Shula habían quedado 14-0 y ganado el Super Tazón a Washington.

Brady y Bellichick podían hacerlo, solo tenían que ganarle a los Gigantes en Nueva York.

Fue un juegazo. Los neoyorquinos ganaban 28 a 16 tarde en el tercer cuarto, pero una furiosa reacción de los Patriotas los puso 38 a 28. Hacia el final, Eli Manning hizo el marcador más decoroso: 38-35. Vaya final de temporada. Los Pats lo habían conseguido, 16-0.

Y desde luego llegaron al Super Tazón, estaban a un paso de la perfección, solo tenían que ganarle... otra vez a los Gigantes.

Nueva York jugó tremendo, su defensiva había controlado a la ofensiva que había impuesto toda clase de récords ese año: más puntos, más yardas, más pases de anotación, en fin, la lista es larga.

Pero Eli Manning, el hermano menor de Peyton (Potros de Indianapolis), el superestrella archirival de Brady, había mantenido a su equipo en el juego y a un minuto de que acabara el partido solo perdían por 14 a 10. Y ocurrió lo improbable: en tercera y cinco por avanzar, Manning a punto de ser detenido lanza un pase desesperado que David Tyree atrapa con sus manos y su ¡nuca!


Más tarde, Manning conectó con Plaxico Burress y la sorpresa se consumó: los Gigantes ganaron el Super Tazón 17 a 14. Adiós temporada perfecta. Una vez más, Nueva York sobre Boston.

Y como colofón a este dominio, el año pasado Nueva Inglaterra tuvo otro temporadón de miedo, eran los favoritos para ganar todo. En su primer juego de playoffs recibían a los odiados Jets de Nueva York a quienes habían arrasado un mes antes 45 a 3. ¿El resultado final? 28-21 Jets, en casa de los Pats. Gran temporada. Viejo enemigo. Triste resultado. Again.


¿Y ahora?

Este año los Gigantes visitaron a los Patriotas y le propinaron la única derrota que Nueva Inglaterra tuvo como local en todo el año, por 24 puntos a 20. Fue además, una paliza física para Tom Brady.

Después Nueva York se desinfló y la defensiva de los Patriotas siguió en los últimos lugares de toda la liga, nadie en su sano juicio se aventuraba a considerarlos como serios contendientes.

Y pasó el milagro. Los Patriotas, que no habían ganado en el año a un equipo con marca ganadora, se despacharon a Tim Tebow y sus Broncos y a los poderosos Ravens de Baltimore gracias a la intervención divina: un pase que soltó Lee Evans en la zona de anotación que los hubiera mandado a casa y luego un gol de campo fallado de Billy Cundiff, ¡de 32 yardas! que hubiera mandado el juego a tiempo extra donde probablemente hubieran perdido contra los Ravens.

Los Gigantes por su parte estaban a punto de la muerte y su coach Tom Coughlin al borde del despido. Habían perdido 23 a 10 en su casa con Washington, el horizonte era tormentoso y venía el clásico de Nueva York contra los Jets. Si perdían, estaban fuera.

Y aquí también ocurrió un milagro: le ganaron a los Jets y el último juego de la temporada a los Vaqueros de Dallas. Se habían colado a los playoffs de milagro. Allí dejaron en 2 puntos a los Halcones de Atlanta, y derrotaron de visita a Green Bay y San Francisco. Nomás.

Está también el ingrediente de la huelga que había amenazado el que la actual temporada se llevase a cabo. Robert Kraft, el dueño de los Patriotas fue uno de los conciliadores más activos entre dueños y jugadores, asistiendo a las juntas a pesar de la repentina muerte de su esposa Myra.

Su profesionalismo y este trágico hecho hicieron que hubiera temporada el 2011. Si los Gigantes son el equipo del destino; los Patriotas tienen intervención divina.

Mil gracias a Boston y Nueva York por su hermosa rtivalidad en todos los órdenes. Nos tienen viendo tele a todos

¿Quién ganará?

Nosotros

lunes, 16 de enero de 2012

¿IR O NO IR?

Con cráneo en la mano pregunto: “¿Ir o no ir?”; con un ojo en el gato y otro en el garabato pido a los cielos estar en dos partes al mismo tiempo; ¿quiero sopa o tacos?, ¿dormir o chelear?
Estos fueron algunos asuntos que traté de resolver el sábado, 14 de enero y que por supuesto minaron mi energía, acabaron con la gasolina de mi tanque.
Este precioso día nos presentó una disyuntiva para los Tigres que nos gusta el futbol americano. ¿Ir o no ir al estadio? He ahí el dilema.
Y es que el tiempo de las 17:30 a las 19:00 horas, o se usaba para atravesar la ciudad y llegar al Estadio Universitario para saludar al Campeón de México o…, se utilizaba para ver la segunda mitad de lo que resultó ser uno de los mejores juegos de playoffs en la historia de la NFL, el Santos – 49ers.
Ya había resuelto ir al estadio, así que sólo vería la primera mitad. ¿Estaba realmente cambiando los Divisionales de la NFL, el deporte más hermoso del Mundo por el futbol?
Sí. Damn! Me sentí Judas; un traidor.
Así las cosas, el partido empezó como muchos lo pensamos, con los Santos avanzando y los 49ers tratando de parar lo que no se podía parar, sin albur.
Hasta que dentro de la zona roja de San Francisco, Brees lanza a Pierre Thomas quien camino a anotar recibe un santo “golpanazo” (diría Benny Ricardo) y fumblea. Bola de San Francisco y un aviso: “Hoy no va a ser tan fácil”.
Los siguientes minutos el mundo de los Santos se empezó a derrumbar y en los primeros minutos del segundo cuarto perdían 17 a 0.
“Ya se los cargó el payaso”, pensé, mientras me ponía mi nueva lima de los Tigres, uno de mis más preciados regalos.
Obvio decir que le iba a los Santos y que tras la desventaja, lo que quería era salir corriendo de mi casa para ver a mis Tigres. Esos, sí que ganarían. Pero por disciplina me quedé a ver el resto de la primera mitad. Y…¡oh, Dios!

Los Santos regresaron, en gran forma. En un parpadeo estaban 17 a 14 y con la bola para empatar o irse arriba. De hacerlo, todos los errores, intercepciones y babosadas hechas en la primera mitad habrían quedado en el olvido.
No fue así, San Francisco mantuvo la compostura en los minutos finales y al mediotiempo se fueron. Sip, los chicos de Jim Harbaugh estaban dando la sorpresa.
¿Ir o no ir? He ahí el dilema. Pues que cierro los ojos, respiro profundo y que me salgo a la calle a esperar mi taxi. Luego, en el metro, de pie, en la Estación Padre Mier, me llega un mensajito: que los cuates con los que voy no irían y se quedarían mejor a ver el juego de los Santos. Damn! ¿Qué sabían ellos que yo no?, me preguntaba. “Pues ellos están viendo en la tele a Drew Brees y tu estás como sardina en vagón del metro regiomontano, entre General Anaya y Regina. Y estos no son amigos, son estaciones.
Algo me olía mal con mi decisión. La llegada al estadio sin novedad, saludando a los amigos del sector donde nos sentamos, todos con un semblante de alivio, de misión cumplida, de ver cómo es la vida después de un título. Teníamos casi tres décadas de no tener ese feeling y al menos por 20 años solo sentíamos franca desesperación.
Ni que el rival fuera el semifinalista Querétaro, ni que no contáramos con Lucas Lobos por lesión minaban nuestro optimismo: ganaríamos a huevo.
La inauguración muy bonita, con luces azules amarillas, el “Tiguereé, que yo te quiero ver, caaaampeón, oootra vez”, la presentación del plantel, el saludo de los campeones…, y yo volteando atrás para ver si en los palcos alguien se dignaba a poner el juego de los Santos. Me sentía un doble, triple y cuádruple traidor. Un monstruo.
Y resolví dedicarme a lo mío: los Tigres. “Y buueeeeno…”, diría un argentino, los chicos hacían lo que podían, los Gallos bien plantados, sin estrellas; le anulan un gol al Tigre y más tarde cae un gol que debió ser anulado, 1 a 0 para los felinos y…tan tán.
Ahora, los de los palcos sí habían puesto la tele y allí: la masacre a Tebow. El buen hombre cayó en las manos de uno de los personajes más listos y siniestros de la NFL: Bill Bellichick, coach de los Patriotas y en la primera mitad ya habían resuelto el encuentro. ¿Tom Brady? Odiosamente bueno, en camino a su cuarto Súper Tazón.

¿Y el juego de los Santos? Me llegó un mensajito con el marcador final: 36-32, San Francisco.
¿Queeeé? Y que me salgo cinco minutos antes de que acabara el partido en el Universitario, me voy corriendo a la estación del metro, de allí hasta Zaragoza, donde salgo corriendo a detener un taxi.
“¿A dónde?”, pregunta.
“Allá”, contesto como si fuera Buzz Light Year.
“¿A dónde allá?”, vuelve a preguntar el profesional del volante o la “manejadera”.
Después de traducirme el taxista me lleva a la casa, prendo el NFL Network y… que empiezan los highlights del Santos-49ers.
Lo dejé 17-14 San Francisco, quienes en el tercer cuarto se fueron arriba con un gol de campo más.
Estaba de pie frente a la tele. Y no lo podía creer. Quedaban cuatro minutos, ¡cuatro minutos!, para terminar el partido y San Francisco ganaba 23-17, cuando Darren Sproles de los Santos se escapa en jugada de 44 yardas a pase de Drew Brees, 24-23 Nueva Orleáns.
“No mames”, dije.
¡Y dos minutos después los 49ers se vuelven a ir arriba con una corrida de 28 yardas de Alex Smith! Fallan la conversión de dos puntos, pero se van arriba 29 a 24, a dos minutos de que acabe el partido.
“¡Noooooooo puede ser!”, grité.
Nueva Orleáns vuelve a anotar, muy rápido, con un pase de 66 yardas de Brees a Jimmy Graham, que tras un trancazo en el primer tiempo (ese sí lo ví) había quedado tocado, como si se creyera Batman. 32-29 Santos con poco más de minuto y medio por jugar.
“Do babes”, me senté.

Y al final, a nueve segundos de terminar el partido Alex Smith, á la Joe Montana, á la Steve Young, vaya, hasta á la Jeff García, conecta con Vernon Davis desde 14 yardas y San Francisco gana el partido 36-32.
Apagué la tele como si lo hubiera visto en vivo. Mudo. Un minuto en silencio y a prender teles, compus y focos.
El panel del NFL Network vuelto loco; todos en la red vueltos locos: habían visto uno de los mejores juegos de la historia de la liga, al menos en este siglo 21.
Y yo fui a ver a los Tigres ganarle 1 a 0 a los Gallos Blancos del Querétaro. Los he de querer mucho.

Pienso…

…los Texanos debieron de haberle ganado a los Ravens.
…y de haberlo hecho le hubieran dado más problemas a los Patriotas, de los que hará Baltimore.
…que a Mike McCarthy, coach de Green Bay le pasó lo mismo que le ha venido sucediendo a Víctor Manuel Vucetich, entrenador de Rayados desde hace tiempo: se creen muy inteligentes.
…que Eli Manning es un excelente quarterback que tiene un defecto: vive en Nueva York, donde todos piensan que son más inteligentes que él.
…que sigo en la idea de un rematch entre los Patriotas y Gigantes, más que un Harbaugh Bowl (que no estaría mal)
…que Rafael Nadal habló con su abundante trasero criticando a Roger Federer por no involucrarse más en la asociación de jugadores; más tarde aclaró su punto, pidió disculpas y el Gran Suizo lo perdonó. Podrían jugar la semifinal del Abierto de Australia.

lunes, 9 de enero de 2012

EL CIELO Y EL INFIERNO

No debería de ser así, pero en la NFL, la historia de Tim Tebow, el mariscal de campo de los Broncos de Denver ha opacado cualquier otra durante esta temporada.
No importa los temporadones de Green Bay, los Santos, los 49ers, o los eternos Patriotas; ni los récords de Brees, Brady, Rodgers, Stafford, Gronkowski o Victor Cruz. It’s Tebow time.
Hace meses me tocó estar en los Estados Unidos y comiendo en el sports bar de un mol (o mall, whatever) me tocó fletarme mi hamburguesa angus y mis dos tarros de cerveza con un programa sobre él: lo estaban despedazando.

Al parecer el pecado de este joven es que es cristiano y no tiene miedo de ocultarlo. Anota y se hinca para agradecer al Señor; su equipo va perdiendo y se pone a rezar para pedirle al Señor; se lastima alguien en el campo, y reza para pedir al Señor por la pobre alma del lesionado. Y todo esto en televisión nacional.
Había más críticas: que era muy malo para lanzar el balón, pero excelente corriendo con él. Estas cualidades pudieron haber sido muy útiles en Colegial, (ganó el Trofeo Heisman al mejor jugador de esa categoría en el 2007, además de llevar a los Gators de Florida a un título nacional en el 2008), pero en la NFL sirven para dos cosas: para nada y para nada.
No importaba que fuera un buen hombre, ni tampoco un excelente competidor. La crítica era igual de salvaje, que los rabiosos argumentos de sus defensores que ven en él, más que a un guía espiritual, a un hombre casi santo.
En fin, me acabé mi hamburguesa y proseguí con mi vida. La temporada empezó y mis Raiders dieron cuenta de los Broncos en el partido inaugural en Denver. Tebow no jugó. Gracias a Dios.
El año siguió, mis Raiders parecía iban bien y en la tele, Deion Sanders y Michael Irvin, del NFL Network, empezaron a comentar sobre el muchacho que todo Denver quería fuera su mariscal de campo.
Mitad en mofa, mitad en serio resaltaron que tras su entrada al campo, los Broncos que perdían por 16 puntos contra los Cargadores de San Diego, casi regresan y le dan la vuelta al partido. Un milagro que el hombre de una fe profunda no pudo conseguir.
No obstante fue nombrado titular para la siguiente jornada. Y empezó la era Tebow en Denver: contra los Delfines jugó espantoso por tres cuartos, es más, ridículo, pero el hombre se mantuvo, creyó, y tras ir perdiendo 15 a 0 en el cuarto periodo remontó a su equipo para ganar en forma milagosa, 18 a 15 en tiempos extra.
La siguiente semana nos hizo trizas a los Raiders y a mi; después completó dos pases, ¡dos pases!, y aún así fue suficiente para ganarle a los Jefes de Kansas City (sí, los que le quitaron el invicto a Green Bay); más tarde le ganaron a Chicago con todo y Urlacher y así llegaron a casi clasificar a los playoffs a dos semanas de que acabara la temporada.
Naturalmente perdieron los últimos dos juegos, contra Buffalo y en casa contra Kansas City, pero los resultados del resto (¡Ay, Oakland!), se combinaron para que con foja de 8-8, los Broncos pasaran a la postemporada como campeones de la División Oeste. Tebow y su milagrosa suerte.
Esto dio más material para que los críticos del mariscal de campo se regodearan ante lo que se suponía sería una masacre de su persona. Ni Dios podría evitar que la defensiva de Pittsburgh, su rival en la ronda comodín, la número uno de la liga pudiera obtener su cabeza como trofeo. Si Tom Brady no pudo con ellos, ¿cómo esperar que Tebow, que ni es un quarterback decente, les haga algo?
En el primer cuarto, todo parecía seguir el script que todos nos trazamos para ese juego: una santa madriza. Pero Pittsburgh no anotaba de seis y en dos ofensivas sólo había conseguido par de goles de campo. Tebow y sus Broncos habían conseguido solo 8 yardas totales en ese periodo.
Y luego el milagro: Tebow no sólo empezó a pasar y correr, empezó a quemar a la orgullosa defensiva de Dick LeBeau, que en todo el año habían recibido en promedio por partido algo más que 18 puntos. Los Broncos le hicieron 20 en un cuarto. Y pasando, y corriendo con su religioso mariscal de campo.
Los Acereros no son poca cosa y regresaron en un ambiente hostil para empatar y casi ganar el partido, pero ahora más que nunca comprobé que los rezos del mariscal de campo surtían efecto y mandaron el encuentro a tiempo extra, empatados a 23.
Según una nueva regla para esta instancia en los playoffs (a menos de 10 grados Celsius, faltó decir), el equipo que anote primero un touchdown gana; pero si un equipo mete primero un gol de campo, el otro tendrá una última oportunidad para empatar o ganar; de meter el gol de campo del empate, el que meta otro gol de campo gana el partido.
Pura confusión.

Denver ganó el volado, recibió la pelota y en la primera jugada del tiempo suplementario Tebow lanzó un pase a Demaryius Thomas quien alcanzó la zona de anotación en jugada de 80 yardas para el triunfo y evitar así estudiar lo escrito arriba.
Adiós Acereros. Bienvenido Señor Tebow, que los Patriotas de Nueva Inglaterra lo esperan con ansia.
Pero también bienvenida su fe. Es la única explicación que me doy porque los Broncos hayan llegado tan lejos este año. Él ha no sólo ha demostrado que Dios existe, sino que a veces, se preocupa por quien le pide algo con verdadera devoción.
Jamás pensé que lo diría pero ahí va: “Pinche Tebow, es un jefazo”. Damn!

El infierno

Mientras esto sucede arriba, aquí en Monterrey las malas noticias no dejan de sorprendernos. Ahora fue el “Gato” Ortiz, ex portero de los Rayados quien cumplía una sanción de dos años por dopaje.
Se le ligó a una banda de secuestradores y en fin, sin que aún concluyan las investigaciones parece que el ex jugador se involucró en esos asuntos desde hace un año.
Oí por allí que tras ganar mucho dinero como profesional del futbol, Ortiz se había metido en un ritmo de vida que veía seriamente amenazado con una pausa de dos años por su inhabilitación. De allí su inclusión en la maña.
Si así es el caso, valga su ejemplo para no caer en la histeria del ritmo de gastos y caer en lo mismo. Si en este 2012 va a pasar algo, ojalá sea que la gente se dé cuenta de lo inútil del estatus y los autos nuevos. Eso sí sería el fin del Mundo para muchos.

Y se me viene a la mente que…

…los Tigres se vieron muy bien contra el Cruz Azul y el próximo sábado, les deberemos de dar en el estadio una bienvenida de campeón.
…que los Gigantes de Nueva York tienen oportunidad de ganarle a Green Bay y después a San Francisco o Nueva Orléans y llegarán al Super Tazón.
…que lo perderán ante los Patriotas de Nueva Inglaterra, con todo y que tienen una defensiva prácticamente inexistente.
…que se viene el Abierto de Australia de tenis y los favoritos serán el Djoker, Murray, Federer, Tsonga y Nadal. En ese orden.
…que este año no va a ser tan frío como el anterior.
…va a tardar un buen para que le entienda al complejo Constitución – Gonzalitos - Morones.
…que las elecciones federales de este año serán las más desangeladas en mucho tiempo.
…que firmo lo que dijo Julián LeBarón, el menonita activista social sobre los aspirantes a cargos populares en las elecciones de este 2012: “Me gustaría…, como objetivo de una campaña de solidaridad, trabajen un mes por el sueldo mínimo, para que vean de primera mano el crimen y desastre nacional que resulta poner la economía en manos de los legisladores”.
Amen.